Sábado de la primer semana de cuaresma 2018
El Éxodo es la gran metáfora de las escrituras para la cuaresma: los cuarenta años de la tribu hebrea vagando en el desierto antes de alcanzar la Tierra Prometida iluminan los cuarenta días que pasamos preparándonos para los misterios pascuales. (Sigue leyendo).
A Moisés con sus ochenta años se le puso la carga de persuadir al faraón de “dejar ir a mi pueblo”. No tenía nada de autoconfianza para ser un líder de liberación nacional y según su propia narración era un muy mal orador; pero confió e hizo lo que el Señor le dijo. Su show de poderes mágicos, convertir una vara en serpientes, no impresionó a los egipcios que podían hacer lo mismo. Una lección de competitividad religiosa. Las diez plagas que el Señor entonces envió a Egipto variaron desde convertir al Nilo en sangre, a una plaga de piojos, otra de moscas y finalmente, más horriblemente, la muerte de cada primogénito. Al final el faraón cedió y los dejó ir, pero luego se arrepiente de su decisión y trata de traerlos nuevamente sufriendo la pérdida de su ejército en el Mar Rojo. Este mito fundador de Israel fue construido con una combinación de persecución, reacción y malas relaciones con todos sus vecinos.
No es en un principio una historia muy edificante. No hay registro de este evento en las fuentes contemporáneas. La mayoría de la gente moderna, no acostumbrada a la manera mítica y alegórica de leer “historia” consideran que esta representación de Dios es o perturbadora o absurda. No es fácil de defender, excepto como parte de un descubrimiento de la naturaleza de Dios que evoluciona a través de toda la Biblia. En la fe judía esto culmina en los profetas (encuentran un Dios de paz y justicia que dice “quiero misericordia y no sacrificios”). Para los cristianos culmina en Jesús, el profeta que en todas las maneras une a Dios y la humanidad.
Mientras nos sintamos des-unidos de Dios seremos victimas de nuestra propia imaginación. Los eventos malos pueden ser interpretados como castigos por crímenes – cometidos consciente o inconscientemente. Los eventos buenos serán vistos como premios o como señales que estamos más favorecidos que otros. Cualquiera de estas respuestas es desastrosa para nuestra relación con Dios (“relación” puede también ser vista como una metáfora) y nuestra relación con los demás, especialmente aquellos que tienen creencias distintas a las nuestras.
Por tanto necesitamos leer el Éxodo con una mente contemplativa, a un nivel más profundo, subcutáneo, de significado. Y su interacción con nuestra propia experiencia. Entonces las plagas podrían aparecer menos como un cruel castigo de un dios enojado y más como ilustraciones de los sufrimientos de la vida que forman parte de nuestro despertar y nuestra liberación. Quizás el secreto de la historia – que todavía falta que sea realidad en la política del Medio Oriente – es que ambas partes en esta historia de hostilidad humana están en realidad, con relación a Dios, en el mismo lado y que cada una tiene mucho que aprender.
Laurence Freeman OSB
Traducción: Javier Cosp Fontclara (WCCM Paraguay)