Miércoles de la 2da. semana de cuaresma 2018

Existe una tradición, en la parte más exótica de la tradición ascética cristiana, de los buenos viejos tiempos cuando “ascética” significaba algo fuerte, como por ejemplo meterse en agua congelada para enfriar las pasiones recitando los salmos. Cuando se decía “pasiones” ellos querían decir no solamente aquellas obviamente carnales, se referían generalmente a todos los hábitos o estados de la mente desordenados y desbalanceados. (Sigue leyendo) 

Usualmente la moderación estricta parece la mejor manera de reprogramar el sistema, así como algunos países utilizan austeridad extrema para mejorar la economía, así algunos individuos preferían baños fríos, largos en medio de la noche.

Hay otro elemento en estas historias que las hace menos sensacionalistas y más significativas.  Se suele describir que así como alguien prueba la temperatura del agua, los ascéticos se habían quedaban parados ahí para ver cuán fría estaba el agua y se daban cuenta que el agua estaba de hecho muy caliente. La energía de la oración había calentado el agua. Esto hace eco de las auténticas historias de los monjes tibetanos que se decía que se sentaban en el Himalaya envueltos en frías cobijas mojadas y las calentaban con el poder físico-mental hasta que  las cobijas terminaban secándose.

La mayoría de nosotros somos un poco extraños, si decimos la verdad, en formas que normalmente no las hacemos públicas, así que no deberíamos apresurarnos en juzgar o ridiculizar a aquellos que les gusta hacer ese tipo de cosas. A la mayoría de la gente no le gusta inventar y soportar sufrimiento voluntario de esta clase aún y si este desarrolla auto-control y entrenamiento personal. Los atletas tal vez lo entienden mejor, pero quizá haya una lección en esto también para aquel que sea más convencional, y ojalá más moderado de entre nosotros.

Es el mensaje de que con aceptación, resiliencia y atención intensa en medio de las situaciones difíciles, nosotros las podemos transformar radicalmente. El descubrimiento de una seria enfermedad puede evocar el miedo de morir pero puede llevar a través de ese miedo a un amor poderoso y producir compasión para otros, y en ella el miedo a la muerte se disuelve. Una adicción destructiva puede amenazar con romper nuestra vida para luego evolucionar en el descubrimiento de la libertad interior y el gozo. El sentimiento más angustioso de ausencia, como por ejemplo después de la pérdida de alguien que amamos, puede gradualmente abrirse como una flor en una nueva clase de íntima presencia. La muerte puede llevar a la resurrección.

Más importante que orar para que lo inevitable no nos suceda – como por ejemplo pedir por la suspensión de las leyes de la naturaleza – es la oración para sobrellevar y estar despiertos, de lo que se trata la cuaresma.

Y aún más importante que lo anterior, como nos enseñan los grandes maestros del desierto, es pedir por el don de la verdadera oración.

Nosotros necesitamos no obstante, aprender a orar, así como aprendimos a hablar o a caminar.

Laurence Freeman OSB

Traducción: Aracely Ornelas Duarte (WCCM México)

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