Sábado de la 2da. semana de cuaresma 2018
Existe una paz falsa que viene del sentimiento de que estamos en control y podemos explicar lo que está sucediendo. Es lo que Jesús llamó “la paz que viene de este mundo” y que se distingue de la paz que viene de él como un don. Como todos los dones que vienen de una fuente auténtica, éstos son sin condición, sin importar que el beneficiario – nosotros- lo merezcamos o no. (Sigue leyendo).
La paz que viene del mundo se desmorona y fácilmente se disuelve dejándonos confundidos, atemorizados y enojados. Aquello en lo que hemos puesto nuestra confianza ya no esta ahí y su desaparición debilita nuestra confianza en la benevolencia del universo. No podemos estar seguros que la vida nos tratará de manera justa. Muchas desgracias pueden causar que se nos venga abajo la paz. Puede ser la pérdida de la epifanía de un amor en el que nos habíamos permitido creer y ahora sentimos que estaremos perdidos por siempre, o quizá puede ser un diagnóstico médico inesperado.
En un momento desapareció en un parpadeo la paz que se nos dio como un cojín sobre el cual amortiguar los golpes de la vida con una sonrisa. Aterrizamos en una tierra que de pronto parece penosa e inhóspita sin nada que amortigüe la caída.
Lo peor de todo es que nada tiene sentido. Los clichés religiosos pueden dar alivio temporal: Dios trabaja en maneras misteriosas. Tenemos que tomar lo áspero y lo suave. Jesús también sufrió de esta manera. No significa que los clichés no sean ciertos pero siguen siendo insípidos, desencarnados y abstractos, hasta que experimentamos su significado, entonces los usaremos muy de vez en cuando.
No existe explicación, al menos ninguna que tome en cuenta la gama completa del destino humano incluyendo la comedia y la tragedia de la vida. Las explicaciones buscan armonía y presentan una visión ordenada de las cosas: como en la música, nos relajamos dentro de la armonía y le permitimos que nos tranquilice.
El compositor Bach tiene muchas secciones en sus gloriosas armonías donde él las arruina por momentos e introduce el caos en el oído de quien las escucha. Existen momentos en los que Bach deliberadamente introduce la disonancia, que suena como si todo se arruinara justo cuando estaba tomando un forma bella. ¿Por qué hace eso? ¿Será porque es realmente un cínico burlándose de nosotros por haber creído en armonías últimas? O acaso nos está revelando el secreto oscuro de que todo termina en caos.
Esas explicaciones de por qué algunas veces Bach nos niega la armonía no vienen de la fe profunda de que la armonía impregna toda su música. Bach usa la disonancia tal vez como una declaración de que lo inexplicable tenga que ser aceptado tanto como lo predecible y las explicaciones ordenadas que nos gusta que nos protejan.
Ninguna explicación puede ser completa o real si no puede coexistir con lo que a veces es sin sentido y se resiste a dar una razón. A una madre que ha perdido a sus dos hijos en un accidente de coche, un sacerdote joven, ansioso por calmar el dolor de esta fatal disonancia, no debe decirle “no se preocupe, ellos están en un mejor lugar”. No hay una explicación confiable que no respete la inexplicabilidad de las cosas.
Nuestras disciplinas de la cuaresma son una clase de disonancias controladas que nos pueden enseñar un poco de esto, lo mismo que el devenir constante de los sentimientos en la meditación diaria a través de los años.
Laurence Feeman OSB
Traducción: Aracely Ornelas Duarte (WCCM México)