Lunes de la 3ra. semana de cuaresma 2018

Existe un buen consenso hoy, de que algo fundamental ha salido mal en la forma en que hacemos las cosas. La brecha entre el rico y el pobre, el modo como la democracia funciona, la forma en que se practica la medicina, las metas de la educación, el uso de la tecnología y los medios, la cultura corporativa – y el rol que la religión juega en la sociedad. (Sigue leyendo).

La disfuncionalidad en todas esas áreas parece ser más fuerte que aquella que trata de cambiar las cosas, y el estrés está a niveles epidémicos.

Algo está faltando. Llamémosle “corazón”. Cuando la Corporación de la Salud Nacional de Mid-staffordshire quebró algunos años atrás, estaba cumpliendo con todos los objetivos establecidos por el gobierno. Desgraciadamente, lo estaba haciendo al costo de un inaceptable número  – las cifras están en discusión – de muertes evitables. Un consejero americano fue consultado luego de la encuesta, si él pudo identificar solamente una causa esencial de este desastre institucional. Él contestó: ’la falta de amor’.

La pérdida del corazón en la vida moderna tiene muchas consecuencias. Hasta que entendamos esto, vamos a continuar siendo sobrepasados por el sentimiento de impotencia y de desastre inminente. Muchos creen realmente que ocurrirá un desastre universal para permitir un nuevo comienzo. El corazón, sin embargo, no significa solamente emoción. Los racistas carecen de corazón, pero están dominados por emociones fuertes. El mercado financiero es muy emocional pero a menudo sin corazón.

El ‘corazón’ es un símbolo universal de integridad, justicia y ternura. Si un político hablara con integridad y con la verdad como él la ve, estará mostrando su calidad. La falta de corazón en los políticos y en los negocios hoy, nos hace sentir al resto de nosotros a menudo dolidos por esta falta de corazón. Somos una generación de corazones rotos. Cuando la solución a una matanza masiva en una escuela es poner más armas dentro de la escuela, la imagen sin corazón de maestros armados nos muestra la locura a la que conduce la falta de corazón.

¿Qué podemos hacer? Tomarnos tiempo. No se puede criar una familia sin darle tiempo y atención. Mucho estrés destruye la alegría de vivir y reemplaza la paz interior - que es nuestra manera de ser verdadera - por ansiedad, miedo y violencia. Tomarse el tiempo para ser, no para planear, revisar o hacer. Solo ser. Es sorprendente cómo esto inicia rápidamente una transformación personal en el individuo, y cómo luego se refleja en la manera de trabajar y relacionarse con la gente. Las familias, los negocios, hospitales, escuelas se convierten en lugares diferentes cuando la gente que trabaja allí re-descubre sus corazones.

Encarando sus crisis, los profetas hebreos llamaban a la gente a cambiar sus corazones de piedra por corazones de carne. Hoy podemos contribuir a esta sanación de nuestro mundo enseñando una práctica contemplativa que nos enseña de nuevo a ser, a cómo abrir nuestros corazones.

Las instituciones auto-contradictorias y las personas heridas y que producen heridas necesitan ser expuestas de la manera más simple e inclusiva. No es sobre propaganda religiosa, pero tampoco es sobre reducir a la persona humana a neuronas y sinapsis. Es sobre encontrar de nuevo la verdad universal de que nuestra humanidad completa está finamente balanceada en el centro de consciencia que llamamos corazón. El resultado de este balance, es una mejor y completa vida.

 Esta es la razón por la que enseñamos meditación – una ascesis saludable, una disciplina liberadora. Al comienzo de esta tercera semana, la Cuaresma nos estaría mostrando esto.

Laurence Freeman OSB

Traducción Marta Geymayr (WCCM Paraguay)

 

 

 

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