Martes de la 3ra. semana de cuaresma 2018

El filósofo Spinoza era conocido por tener el don de dar paz a sus lectores, clarificando cosas y permitiéndoles entender por sí mismos la gran película de la vida. ‘Comprender es ser libre’. Él también había dicho que ‘toda nuestra felicidad y toda nuestra miseria depende solamente de la calidad del objeto al cual estamos apegados por amor’. (Sigue leyendo).

O, como Jesús dijo ‘donde está tu tesoro allí está tu corazón’.

Hay una industria próspera de la felicidad hoy en día. Por un lado, el entretenimiento nos ofrece una estimulación continua y más distracción de la que podemos consumir a lo largo de una vida. Una historia antigua para esta generación, es la de los días en que la televisión se apagaba a las 11pm y la gente iba a la cama. El otro lado de la compulsión por ser feliz es la industria de la auto-ayuda, el auto-mejoramiento. Esta ofrece una línea de producción de cursos, publicaciones y consejos rápidos, de variadas calidades, los cuales prometen esa felicidad secreta que la adicción a los entretenimientos patéticamente falla en dar.

Es nuestro derecho, como lo dice la Declaración de Independencia, el perseguir la felicidad. Políticamente, sin embargo, esto significa algo diferente del significado espiritual. La declaración espiritual es sobre la interdependencia; nosotros no perseguimos la felicidad como un estado de satisfacción privada y de cumplimiento. Nosotros estamos conscientes de ello.

Somos más felices de lo que pensamos. Si nos desprendemos del pensamiento en la manera correcta (el entretenimiento no es la mejor manera), nos moveremos a niveles  más profundos de consciencia en donde la felicidad nos está esperando. Encontramos, tal como Jesús lo describió en sus parábolas,  un tesoro escondido o  la semilla que crece naturalmente hasta su potencial completo.

Nuestra felicidad no es nuestra. Es la felicidad del universo siendo él mismo. Cada uno de nosotros, como una entidad interdependiente, comparte esta alegría de ser. No podemos tomarla o poseerla. Esto es evidentemente obvio para nosotros cuando nos sorprende la verdadera felicidad, pero lo olvidamos tan pronto, y seguimos persiguiéndola independientemente.  La mayor parte del tiempo, no sabemos dónde está nuestro tesoro; y por lo tanto perdemos el rastro de dónde está nuestro corazón. Lo irónico de esto, es que también olvidamos aquello que realmente amamos.

Reduciendo o aminorando nuestro consumismo y clarificando y mejorando nuestra actividad mental – lo cual la Cuaresma y la meditación nos ayudarán a conseguirlo – nos mostrará dónde está nuestro corazón; y tal como lo dice Spinoza, la calidad real de aquello a lo que nos apegamos. No existe el amor sin el apego. Pero no menos cierto, ningún amor puede crecer sin desapego.

Tu celular inteligente probablemente tiene un programa que te indica dónde dejaste estacionado el auto. Muy útil cuando lo estacionaste descuidadamente y estás caminando por las calles buscándolo. La meditación nos recuerda dónde está nuestro corazón, y además nos clarifica sobre aquello que amamos de verdad.

Laurence Freeman OSB

Traducción Marta Geymayr (WCCM Paraguay)

 

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