Lunes de la 4ta. semana de cuaresma 2018
Cuarenta es el número bíblico que simboliza un periodo extendido de tiempo durante el cual el proceso de transformación se completa. No es que hemos terminado el camino entero después de este tiempo, sino que estamos preparados para embarcarnos en una nueva y tal vez muy diferente fase. (Sigue leyendo).
La mayoría de nuestros compromisos de largo alcance – como esposos, como padres, como responsables por algún trabajo de largo alcance, o como monásticos – nos lleva a través de este ciclo de transformación hasta llegar a los momentos de terminación de cada uno. El proceso entero incluye largos periodos donde hay una combinación de repetición diaria y actos de fidelidad que auto-renuevan llevándonos a lo impredecible, a lo inimaginable y que, cuando ocurren, cambia la trama de nuestras vidas. Es mejor no adelantar ni saltar hasta el final del libro, porque nos perderemos mucho del significado de la historia.
Cada meditación es un microcosmos de este proceso de cuarenta días: de éxodo, vagando con propósito hasta llegar a la tierra prometida, la cual nos fija un conjunto nuevo de desafíos y puntos de partida.
La perseverancia es esencial. Necesitamos identificar y descartar las voces seductoras de frustración o desesperación que nos urgen volver hacia atrás. Los israelitas en el desierto, habiéndose aburrido con el maná milagroso y las codornices que todos los días caían del cielo para su sustento, deseaban la comida que habían dejado atrás en Egipto. Todas las cosas, aun los milagros, pueden convertirse en mundanos cuando empezamos a anhelar variedad o la seguridad imaginaria del pasado.
Pero después de un tiempo, la perseverancia se puede parecer una idea poco atractiva cuando el deseo de tomar un nuevo camino, darle “sazón” a nuestras rutinas, se vuelve abrumador. Entonces necesitamos ver que no estamos comprometidos tan solo con una repetición mecánica, sino una repetición fiel. Podría ser aburrido alimentar a los niños y enviarles al colegio cada mañana, pero no cuando se hace en amor y por amor. El amor transforma lo aburrido en asombro tranquilo. La meditación es una obra de amor que se construye en las rutinas diarias de la vida.
Recientemente un joven meditador me dijo que le gustaba el aburrimiento de la meditación y que le parecía que su generación había sido privada del valor del aburrimiento por la estimulación continua y las diversiones del estilo de vida de los jóvenes de hoy. Entendí lo que decía, pero no lo expresaría de esta manera. Yo no puedo decir que alguna vez he sentido que la meditación fue aburrida - a menudo difícil y a veces fui tentado de no hacerla - pero no aburrida. Siempre hay una sorpresa, aun si llega después de la meditación cuando te das cuenta qué mala idea hubiera sido perdértela.
Cuando la fe se despierta hay un nivel sutil de percepción que nos permite saber algo nuevo - esa perseverancia y esa fidelidad tienen un sentido y un propósito constructivo que aunque no podemos identificarlo ni describirlo, es más real que el pasto más verde que nos imaginamos al otro lado de hoy.
Laurence Freeman OSB
Traducción: Mary Meyer