Martes de la 4ta. semana de cuaresma 2018
He estado guiando un retiro en Italia y aprendí dos cosas el último fin de semana, cada una acerca de mi percepción del mundo que yo pensé que estaba viendo correctamente. (Sigue leyendo)
El primer aprendizaje me llegó después de hablar acerca del propósito y valor de “hacer algo por Cuaresma”, lo cual estas lecturas diarias de las últimas semanas siempre vuelven a recalcar. Cómo hacer o dejar de hacer algo nos puede ayudar a reorientar nuestras mentes y corazones, a desplazar los viejos patrones y hasta, sin violentarnos, provocar o ahondar nuestros a niveles más profundos de transformación. Yo asumía que una buena proporción de las aproximadamente 100 personas en el retiro habrían hecho algo o sacrificado algo. Era una suposición ingenua. Cuando pedí que alcen la mano las personas que hacían una práctica de cuaresma y esperando por lo menos 50%, solo levantaron unos cuantos. Pensé que tal vez me mal interpretaron. O tal vez aplicaban la advertencia de Jesús de no hacer públicas tus buenas obras. No sé. Nosotros también percibimos mal nuestras propias malas percepciones.
Si tenía razón, había hecho una mala percepción equivocada. Más tarde recibí dos poderosas obras de arte digitales hechas con colores llamativos y dinámicamente abstractas. A medida que las observaba un poco más, pude observar en una de ellas una cara. En la otra vi una forma que me parecía de un extraterrestre, aunque esto no le dije al artista. Después de la tercera observación, la cara que veía me era muy familiar y se lo mencioné al artista, quien me mir{o sorprendido que no me había reconocido a mí mismo. Cuando miré la otra pintura el “alienígena” surgió en una nueva composición y vi que había también allí otra perspectiva de mi rostro.
Hacernos conscientes de nuestras percepciones equivocadas de la realidad siempre nos vuelve humildes y también puede ser gracioso y agradable. En asuntos más serios en donde nuestra reputación o privilegios son desafiados al tener que reconocer nuestros errores podemos fingir que siempre vimos correctamente y que malentendieron lo que dijimos anteriormente - o simplemente negamos y evadimos la vergüenza. Como saben los líderes efectivos, siempre es mejor admitir los errores y si es necesario decir ´lo siento´, pero hacer esto lleva un desapego contemplativo de nosotros mismos y nuestra imagen de nosotros mismos.
Uno de los valores de una disciplina ascética es la humildad y la visión realista que trae.
Nunca la practicamos perfectamente porque aunque somos constantes, una medida de auto-felicitación siempre puede deslizarse. Pero la fidelidad humilde de hacer lo que nos propusimos hacer crea sin embargo un desapego, una distancia óptima de nosotros mismos y de nuestra vista subjetiva del mundo. Permite que nuestros poderes de percepción funcionen dentro del flujo de eventos, en vez de crear un modelo de realidad que defendemos a toda costa aun cuando se haya expuesto como falso.
Esta característica personal, a la cual todos estamos sujetos sin saberlo, también afecta el psiquismo colectivo. Votantes que se equivocaron en grande, lo cual es evidente en los eventos subsecuentes, raramente ven la razón ni cambian de opinión. Pero cambiar de opinión es la esencia del desarrollo humano. Como las víboras, crecemos pieles de percepción de las que tenemos que aprender a despojarnos sin pesar cuando llega el momento, así como un día, nos habremos despojado de nuestra cobertura mortal y entrado desnudos al reino donde vemos con una visión perfecta porque ya no tratamos a la realidad como objeto.
En vez de mirar (y equivocarnos la mayoría de las veces) vemos con los ojos del artista que nos hizo a nosotros y al mundo con el cual somos siempre uno. Por último, vemos porque vemos que somos vistos.
Laurence Freeman OSB
Traducción: Mary Meyer