Jueves de la 4ta. semana de cuaresma 2018

Los meditadores pueden ser las más egocéntricas de las personas, especialmente si la limpieza de sus puertas de percepción (ver lectura de ayer) queda atascada en el portón de salida. La percepción de nuestro propio egotismo, no importa cuán incómodo sea, es liberadora, pero solo si se extiende más allá de sí mismo. (Sigue leyendo).

Si la contemplación del egotismo se queda fijada en la auto-percepción, traiciona la meta del camino, que es la percepción centrada en el otro.

Cuando enseñamos a los niños decimos que hay que “pensar en los demás” y se relaciona con las normas de convivencia básicas. Pero en su sentido más profundo es la percepción clara y directa de los demás, de sus necesidades y de su bondad, lo cual ocurre cuando nos volvemos lo suficientemente sutiles como para pasar a través de las paredes de la caverna de nuestro ego.

Blake habló de la limpieza de nuestras puertas de percepción. Él también podía considerarlo como un entrenamiento, la ascesis que es la misma vida  Cada acto de percepción es una lección y un paso hacia una conciencia más profunda. De la misma manera que agradecidos percibimos las cosas más claramente después del ejercicio físico, el trabajo creativo o la meditación, llegamos a amar el entrenamiento por el tipo de trabajo que realiza en nosotros.  

El entrenamiento de este tipo de percepción toma distintas formas. Como todo proceso universal, ninguno es exactamente igual para todas las personas. Nadie está exento de esto porque es el significado mismo del desarrollo humano. Pero cada uno de nosotros es distinto en temperamento y en experiencias pasadas, en el tipo y grado de heridas que traemos y en la combinación de fortalezas y debilidades que definen tanto nuestras limitaciones como nuestro potencial.

El entrenamiento no para hasta nuestro último aliento y, tal vez, ni allí.  Esto implica corregir constantemente la dirección en que vamos. Los extremos nos sacan del camino - aunque nos puedan ayudar a entender mejor a donde no nos vamos. En un extremo por ejemplo está el TDAH (Trastorno de déficit de atención) acelerado, de corta duración y de atención inconstante. El tener que luchar hasta para escuchar cuando una persona nos habla o prestar atención a la página que estamos leyendo. Al otro extremo está el TOC (Trastorno obsesivo compulsivo)  obsesionado, mecánicamente repetitivo, compulsivo, como si fuera que la aguja de atención se queda atascada en el vinilo y sigue repitiendo una y otra vez.

Cualquier extremo eventualmente lleva al desaliento o a la desesperación. Pero podemos estar tranquilos que aun los errores y las neurosis tienen su lado positivo, si les percibimos por lo que son. Esto en sí es progreso - al percibir nuestra disfunción sentimos que entra un rayo del sol de la consciencia en nuestra mente oscurecida. En lenguaje bíblico, admitir tu responsabilidad por el desastre que ayudaste a crear es algo bueno, es el inicio del arrepentimiento, que simplemente es volver a poner las cosas en orden.

Limpiar nuestra percepción es como afilar un cuchillo desafilado o caminar por el camino estrecho.  Verlo no es suficiente. Además, siempre tenemos que dar el próximo paso. Esta es la razón por la cual que decimos el mantra continuamente. 

 

Laurence Freeman OSB

Traducción: Mary Meyer (WCCM Paraguay)

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