Viernes de la 4ta. semana de cuaresma 2018

Por último, la limpieza de las puertas de percepción lleva a la pureza de corazón y a la consumación de toda percepción consciente en la visión de Dios. (Sigue leyendo).

Cada grado de percepción - no pueden ser numerados - es una puerta a otro.  Si llegamos a cierto nivel de conciencia - por ejemplo en paz y claridad de mente o a la conciencia sin imágenes - podemos sentirnos tentados a creer que hemos llegado al final del camino. Sin embargo Dios, hacia quien viajamos, es infinitamente sencillo. Llegar siempre significa volver a  salir.

En nuestro camino de meditación, esto explica la enseñanza acerca de decir el mantra continuamente y aceptar que ´no elegimos cuándo dejar de hacerlo´. Sin embargo esto no significa, como algunos temen, que estamos condenados a una  perpetua repetición monótona y mecánica. Muy por el contrario, la práctica fiel despeja el camino. El mantra es como un rompehielos que abre el camino a niveles más profundos y sutiles de percepción.

A medida que lo hace, el mantra se recita más gentil y atentamente, con un grado de sutileza apropiado al nivel a que hemos sido llevados. John Main describe este trabajo del mantra como trepar una montaña.   Cuanto más trepamos más tenuemente suena (el mantra) en el valle debajo nuestro; pero continuamos diciéndolo y escuchándolo en cuanto caemos en los niveles  previos de distracción o turbulencia.

A veces esto nos lleva a un silencio completo, lo cual significa dejar ir la auto-consciencia y del yo que observa.  Ahora estamos en cierto sentido más allá de la experiencia, porque la experiencia en el sentido ordinario es siempre como recordamos o describimos algo que ya no está presente. Mucha gente que  recuerdan una buena experiencia anhelan recobrarla y lamentan desconsoladamente su pérdida. (Pero) a menudo lo que recuerdan y llaman experiencia se ve muy distinto de lo que realmente pasó.

Esto es vivir en el pasado. Sin embargo, la esencia de la consciencia contemplativa es absorber e integrar el pasado, y luego moverse aún más hacia la entrada profunda del momento presente. La limpieza real de nuestros niveles progresivos de consciencia, el significado de crecimiento, trae progreso al tocar y abrir el centro profundo de nuestro ser, en la cueva, el abismo de nuestro corazón.

Todo lo bueno de nuestra humanidad está allí esperando ser liberado y realizado. A este nivel experimentamos una transformación que no puede ser observada porque ocurre simultáneamente dentro y fuera de nosotros. A menudo nos volvemos conscientes del cambio interno al percibir el nuevo poder de perdón, veracidad y compasión en nuestra vida diaria. Estos frutos del espíritu señalan un cambio interior que no vemos mientras ocurre. Sin embargo, sin intentarlo, nos volvemos conscientes del cambio en el silencio del corazón puro, sin ningún esfuerzo ni control por nuestra parte.

Allí vemos a Dios sin la visión que objetiviza, con una  libertad de espíritu. Esto es oración y la respuesta a toda forma de oración.

 

Laurence Freeman OSB

Traducción: Mary Meyer (WCCM Paraguay)

 

 

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