Miércoles de la 5ta. semana de cuaresma 2018
El vacío, como la pobreza, tiene una connotación negativa. En el espíritu de la paradoja, sin embargo, estos dos términos son usados en muchas tradiciones de sabiduría para denotar el camino a la plenitud y la riqueza de la trascendencia.
Una palabra clave relacionada con el misterio de Cristo es kenosis o “anonadamiento”. Nos han dicho que Jesús se “vació” a sí mismo o "se convirtió en nada.” Esto aplica especialmente al sufrimiento de sus últimos días de vida, los cuales son descritos como el mayor acto de servicio — usando la metáfora de un esclavo o sirviente que no tiene una identidad propia, sino que se ha vuelto totalmente centrado en el otro. También ilustra a alguien que cuida a una persona y escoge, por amor, poner a la otra persona primero. Psicológicamente esto, algunas veces, levanta alarmas para las personas modernas, pero teológicamente abre la ventana hacia el misterio más profundo.
Vacío — sunnyata en el pensamiento budista — se refiere menos a la forma en que nos relacionamos con los demás, pero aún así es un elemento indispensable en la compasión.
“No ser” se refiere más a la naturaleza esencial de todas las cosas. Nada tiene una existencia permanente o independiente. Esto está reflejado en la Bienaventuranza de Jesús que él llama pobreza o pobreza de espíritu; suena a una carencia o un estado de tribulación. Sin embargo, como dice él, es el camino directo al reino, entonces se entiende más como un desapego, una renunciación o dejar ir.
Estas ideas pueden sonar abstractas para alguien que no es un meditador o cualquiera que no ha reflexionado sobre el significado de su vida. El significado surge de la conexión. La meditación es el camino universal al significado porque — otra paradoja que añadir a la lista —la soledad a la que entramos cuando meditamos abre la realidad de nuestra conectividad fundamental. Esto empieza con sentirnos conectados con nosotros mismos conforme sobrepasamos la ilusión de la separación y el sufrimiento que trae. Sin embargo, es solo el principio.
Exactamente como estas verdades generales funcionan en la historia de nuestras vidas — como también lo hicieron en la de Jesús — constituyen la singularidad de nuestra existencia. Esta singularidad de la existencia humana es también la base del amor y la justicia. Nos amamos los unos a los otros porque los otros son únicos y su singularidad de alguna manera resuena con la nuestra. La justicia trata cada caso, cada persona, en base a sus propios méritos. Todo amor es soledad transformada en comunión.
En el caso de Jesús esto toca no solo a los individuos que amó, su familia y amigos, sino a nosotros también – “nosotros” significa todos aquellos que han vivido o que vivirán.
No obstante que tanto queramos posponer pensar acerca de ello, la muerte es también un elemento indispensable en el significado de la vida. Nos hace ver que cada historia de vida, sin importar cuán insignificante pueda ser en términos de los sistemas de poder y riqueza del mundo, es un drama universal. Adecuadamente reverenciado, cada ser humano y su historia singular, constituye una revelación del misterio cósmico.
Laurence Freeman OSB
Traducción: Guillermo Lagos (WCCM México)