8 de julio 2018

                                                          Photo credit: Richard Walker Photography on Visualhunt / CC BY

De “The Silence of the Soul”, por Laurence Freeman OSB en THE TABLET 10 mayo 1997


Nuestros pensamientos, temores, fantasías, enojos, y atracciones están elevándose y cayendo a cada momento. Automáticamente nos identificamos con estos estados pasajeros o compulsivamente recurrentes sin pensar lo que estamos pensando. Cuando el silencio nos enseña lo poco confiables que son estos estados temporales, confrontamos las preguntas terribles de quienes somos. En silencio batallamos con la terrible posibilidad de nuestra no-realidad. El pensamiento budista hace esta experiencia -que llama anatman o “no ser”- uno de los pilares de la sabiduría en el camino de la liberación del sufrimiento y uno de los medios esenciales para llegar a la iluminación… Comprensiblemente, anatman es la idea budista que más trabajo les cuesta a los demás. Qué absurdo, que terrible, que sacrílego es decir que no existo. De hecho, la mayor parte del antagonismo del cristianismo con anatman carece de fundamentos o está basado en malinterpretación. No significa que no existimos, sino que no existimos en una independencia y autonomía, la clase de existencia que el ego imagina que tiene.

No existo por mi mismo porque Dios es el cimiento de mi ser. A la luz de este conocimiento leemos las palabras de Jesús con una percepción más profunda. “Si alguien quiere seguirme, primero tiene que dejar su ser atrás; día con día debe tomar su cruz y seguir mis pasos” (Lucas 9: 23-24). Si a través del silencio podemos abrazar esta verdad de anatman, hacemos descubrimientos importantes acerca de la naturaleza de la conciencia. Descubrimos que la conciencia, el alma, es más que el increíble sistema de computo y de juicio que es el cerebro. Somos más de lo que pensamos. La meditación no es lo que pensamos.

 

Después de la meditación: Gary Snyder, de “Finding the Space in the Heart” en MOUNTAINS AND RIVERS WITHOUT END (Washington: Counterpoint, 1996), págs. 149, 150.

                    ¡Oh, ah!  la
                    conciencia del vacío
                    produce un corazón compasivo!

Han pasado quince años. En los ochenta
fui con mi amante a donde termina al camino.
Caminamos las colinas durante un día,
miramos hacia donde todo se va,
descubrimos un camino
de piedras con inscripciones de piedras 
talladas metidas en Artemisa

                    Pisotear la codicia.
                    Las mejores cosas de la vida no son cosas.

palabras colocadas por un viejo sabio del desierto.

 

Selección: Carla Cooper

Traducción: Guillermo Lagos