29 de julio 2018
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Un fragmento de Laurence Freeman, A SIMPLE WAY: The Path of Christian Meditation (Tucson: Medio Media, 2004), págs. 5, 21-22
En la práctica de la meditación, no estamos trayendo nuestras peticiones a la oración, sino que estamos poniendo atención. No estamos haciendo intenciones: estamos ofreciendo nuestra atención. Esta es la visión pura de la meditación, de toda la vida contemplativa. No estamos entreteniendo nuestra mente con ideas o imágenes de Dios. No estamos hablando a Dios. No estamos pensando en nuestros problemas sino haciendo algo mucho más grandioso. John Main dijo que la más grande capacidad humana se realiza cuando meditamos porque es nuestra capacidad de estar con Dios, en Dios, aquí y ahora. […]
Prestar atención al mantra es trabajo. Significa dejar de poner atención en nuestra autoconciencia. Dejar el ego atrás, como enseña Jesús. Es algo que no podemos hacer de forma violenta. No podemos amar y odiarnos a nosotros mismos. Atención no es fruncir el ceño y ponerse tenso como si fuera un acto de concentración. Si meditas así, no lo harás de una forma efectiva o no podrás mantenerte haciéndolo por mucho tiempo. La perseverancia es esencial y la práctica diaria el objetivo. La concentración no se puede sostener por mucho tiempo. La atención, sin embargo, es la forma como debemos vivir todo el tiempo.
Jesús nos invitó a seguirle. A dirigir nuestra atención a aquello en lo que él está absorto. Para prestar atención a esa cosa, debemos quitar los reflectores de la atención a nosotros. Esto es al mismo tiempo, lo más fácil y lo más difícil de hacer en el mundo. El egoísmo y el egocentrismo se vuelven entonces estados mentales indeseables. Amar a otros se vuelve no tanto un deber sino la forma acostumbrada de ser, tanto que difícilmente nos damos cuenta qué lo estamos haciendo.
La meditación, como todas las tradiciones sabias del mundo nos dicen, engendra compasión. Esto es la llamada sencilla, radical y maravillosa para el discípulo Cristiano. El dejar de pensar acerca de nosotros y descubrir que eres en realidad, a expandirnos más allá de la prisión del ego hacia la mente de Cristo, que abarca todo.
Después de la meditación: Angelus Silessius en THE ENLIGHTENDED HEART: An Anthology of Sacred Poetry, ed Stephen Mitchell (New York: HarperCollins, 1989), pág. 87
Dios, cuyo amor y alegría
están presentes en todas partes
no puede venir a visitarte
a menos que no estés ahí.
Selección: Carla Cooper
Traducción: Guillermo Lagos