Navidad 2018

Juan 1: 1 - 14 - Juan 1: 1 - 5, 9 – 14

El Verbo se hizo carne, y vivió entre nosotros.

En el principio existía la Palabra: y la Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios.

Ella era en el principio con Dios. Todo se hizo por ella, y sin ella no se hizo nada.

Lo que se hizo en ella era la vida y la vida era la luz de los hombres, (Sigue leyendo)

y la luz brilla en la oscuridad, una luz que la oscuridad no podría dominar.

La Palabra fue la verdadera luz que ilumina a todos los hombres; y venía al mundo.

Estaba en el mundo que tenía su ser a través de él, y el mundo no la conoció.

Vino a los suyos, y su propia gente no la aceptó.

Pero a todos los que la aceptaron les dio poder para ser hijos de Dios,

a todos los que creen en su nombre; los cuales no nacieron de la sangre

ni de deseo de la carne o voluntad del hombre, sino de Dios mismo.

Y el Verbo se hizo carne, vivió entre nosotros, y vimos su gloria,

la gloria que es suya como el único Hijo del Padre, lleno de gracia y de verdad.


La Navidad es una de esas "solemnidades" en el drama litúrgico del año que solía tejerse dentro y fuera del horario lineal de trabajo. A nosotros nos parece extraño ser solemne y alegre al mismo tiempo. Si algo alegre nos ocurre en un evento solemne en el que debemos parecer serios, tendemos a reír. Pero hoy es un banquete solemne y en las fiestas debes reírte, no mirar con cara inexpresiva o esconder tu alegría. Un antiguo autor se atrevió a decir "nadie tiene derecho a estar triste hoy".

Cuando lo esencial de una buena broma se entrega bien, o se revela un secreto guardado durante mucho tiempo, o se encuentra una solución obvia para un problema intratable, una nueva alegría salta en nosotros y nos reímos. Los momentos de Eureka deben verificarse y probarse y, a veces, abren más problemas de los que resuelven, pero siempre deben celebrarse. Las grandes solemnidades de nuestras vidas crean una supernova explosión de alegría que se dispersa pero no desaparece. Como el Big Bang hace trece mil millones de años, el momento en el que el universo infinitamente concentrado explotó y el espacio y el tiempo llegaron a existir.

Más atrás que esto, no podemos verlo, pero la energía de radiación de ese instante de creación se distribuye uniformemente por todo el cosmos desde el horizonte más lejano del universo en expansión hasta la composición celular de nuestros órganos corporales.

El Prólogo del evangelio de San Juan articula la maravilla de la Encarnación, el auto-vaciamiento de Dios, en un ser humano que crecería hasta la humanidad completa: "El Verbo se hizo carne". La manera más fácil de lidiar mentalmente con este solemne gozo es explicarlo por lo sobrenatural. Sin embargo, los meditadores se inclinan a sospechar de lo sobrenatural. Preferimos profundizar en la naturaleza y encontrar nuevas leyes y verdades que revelen el significado de los misterios.

Se cree que San Juan fue el "discípulo amado".  Lo que sea que esto signifique, sugiere un nivel especial de amistad y comprensión. En Juan vemos a Jesús llorando por la pérdida de un amigo, cansado después de un viaje, enojado con personas que profanan un espacio sagrado. También en Juan vemos la visión más profunda de la naturaleza de Jesús como una completa manifestación de lo divino. No hay traducciones perfectas entre idiomas. Pero la fe cristiana ve a Jesús como la traducción completa de Dios en lo humano: la visión más desafiante y alegre de las religiones.

Un enfoque meramente intelectual de la Encarnación se convierte rápidamente en anémico e incorpóreo. San Juan dice, sin embargo, "lo conocimos..., hablamos con él, comimos con él, lo tocamos, reímos y lloramos con él". María era tan apreciada porque como madre, sobre todo, lo conocía en carne propia. Si nos detenemos allí en el registro escrito, corremos el riesgo de quedarnos estancados en el nivel devocional, imaginando al Jesús histórico. Esto debería llevarnos más allá, más allá del conocimiento imaginativo al conocimiento contemplativo y unitario, en el que somos uno con él. Entonces no es solo que lo imaginemos siendo humano porque lo conocemos en nuestra propia humanidad. Sabemos que su conciencia se dispersa a través de nuestra totalidad. Como la energía del primer momento, la creación, que sucedió para que el largo Adviento del universo, la larga preparación, se convierta en Navidad y celebre el matrimonio de Dios y la humanidad.

 

¿Cuál es el lenguaje sagrado del cristianismo? El lenguaje sagrado del judaísmo es el hebreo, el del hinduismo el sánscrito, el del islamismo el árabe. ¿Pero cuál es el lenguaje sagrado del cristianismo? El cuerpo.

   

Laurence Freeman OSB

Traducción: WCCM Argentina

                                                                                               

 

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