13 de enero 2019
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Un fragmento de Laurence Freeman OSB, “Meditation”, JESUS THE TEACHER WITHIN (New York: Continuum, 2000), págs. 212-213
Cuando nos dice que no nos preocupemos, Jesús no está negando la realidad de los problemas cotidianos. Es la ansiedad lo que él nos dice que abandonemos, no la realidad. Aprender a no preocuparse es un trabajo difícil. . . (Sin embargo) no obstante el “síndrome de atención deficiente”, aun la mente moderna tiene una capacidad natural para la quietud y para trascender sus obsesiones. En la profundidad, descubre su propia claridad donde esta en paz, libre de ansiedad. La mayoría de nosotros tenemos una media docena de ansiedades favoritas, como dulces amargos que chupamos sin fin. Nos daría pavor estar sin ellos. Jesús nos reta a ir más allá del miedo de soltar la ansiedad, el miedo que tenemos a la paz misma. La práctica de la meditación es una forma de aplicar esta enseñanza de oración; prueba a través de la experiencia que la mente humana puede escoger no preocuparse. (. . .)
Escoger repetir el mantra fielmente y regresar a él cuando las distracciones intervienen ejercita la libertad que tenemos a poner atención. No es escoger en el sentido en que escogemos una marca en el supermercado. Es escoger el compromiso. El camino del mantra es un acto de fe, no un movimiento de poder del ego. Dentro de cualquier acto de fe hay una declaración de amor. La fe prepara el terreno para que la semilla del mantra germine en amor. No creamos el milagro de la vida y del crecimiento solos, pero somos responsables de su desarrollo. El lograr la paz de la mente y el corazón -silencio, quietud, y sencillez- no requiere de una voluntad “clase-A” de alto rendimiento, sino la atención incondicional, la fidelidad del discípulo.
Después de la meditación: “The Avowal: For Carolyn Kizer and John Woodbridge, Recalling Our Celebration of George Herbert´s Birthday, 1983” por Denise Levertov en THE STREAM AND THE SAPPIRE: Selected Poems on Religious Themes (New York: New Directions, 1997), pág. 6
Como las nadadores se atreven
a yacer de cara al cielo
y el agua los soporta,
como los halcones descansan en el aire
y el aire los sostiene,
así aprendería a
caer libre y a flotar
hacia el fuerte abrazo del Espíritu del Creador,
sabiendo que ningún esfuerzo
gana la gracia que lo rodea todo.
Selección: Carla Cooper
Traducción: Guillermo Lagos