Cuaresma 2019: Sábado de la 4ta. semana
Cuarto Sábado de Cuaresma: Juan 7: 40-52
Así que la gente no se podía poner de acuerdo sobre él. Sigue leyendo.
En Bonnevaux hay tres primaveras. En cada una, un flujo continuo de agua pura brota del mundo subterráneo invisible, de niveles freáticos (superficiales) o de ríos subterráneos. Cuando me paro junto a ellos, observando la perturbación suave saliendo a la superficie de su fuente escondida, tengo la sensación de una larga historia. Los manantiales siempre han atraído a los seres humanos no solo como una fuente de agua de la que depende su vida sino como lugares sagrados, símbolos que significan una mejor vida, la conexión de vida. “Cree en milagros, curaciones y fuentes de sanación”, Seamus Heaney escribió en su poema “Cure at Troy” y lo repitió en un discurso en el Royal College of Physicians of Ireland (Colegio Real de Médicos de Irlanda).
Las mitologías contienen historias sobre la búsqueda de la “fuente de la vida”. En sueños, el agua se dice que simboliza la misma conciencia. Jesús quería que descubramos la corriente de agua viva que fluye de nuestro corazón. El corazón de todas las personas es un manantial a través del cual fluye la conciencia de la vida de una fuente común de ser. Entra en esta dimensión tangible de la realidad, donde en este momento yo escribo y ustedes leen. Los corazones, sin embargo, se cierran cuando los estados mentales negativos con los que todos luchamos hasta el final de los tiempos nos distraen y nos agobian. Puede tomar muchos años que te des cuenta de que tu corazón se ha estado cerrando. Pero cuando lo ves, explica una gran parte de todo lo que ha salido mal. Expone los hábitos y patrones de carácter de comportamiento que nos han atrapado gradualmente y con los que nos identificamos falsamente.
Cuando el corazón se cierra, nos separamos de nuestra fuente y de la naturaleza fluida de la realidad. Adoptamos posiciones rígidas y fijas. Le sigue la oposición y al poco tiempo, el conflicto y varias formas de violencia. Cerrados y separados por el orgullo de tener razón y condenando a aquellos que no están de acuerdo con nosotros como equivocados, nunca podremos estar de acuerdo. Entonces perdemos contacto con los caminos misteriosos entre las dimensiones de la realidad. Estas conexiones no son tangibles o conceptuales de la forma en que estamos acostumbrados, por lo que es fácil desecharlas como imaginarias. El precio que pagamos es volvernos varados, inflexibles. Sin el manantial de la vida nueva nuestras ideas se vuelven rancias y nuestros argumentos monótonos. Fracasamos en estar de acuerdo con alguna cosa o con alguien excepto con nosotros mismos. Finalmente, no podemos estar de acuerdo ni con nosotros mismos.
Laurence Freeman OSB
Traducción: Guillermo Lagos, WCCM México