Cuaresma 2012. Domingo 4º de Cuaresma.
“Dios envió su Hijo al mundo no para condenar al mundo sino para que mediante él se salve el mundo” (Juan 3:1)
Es triste (al menos para muchos de nosotros) que estas palabras irriten a tantas personas, quienes escuchan en ellas algo que no dicen. Para nosotros en el camino del discipulado cristiano (un día sentimos que nos pueden llamar cristianos, otro día cristos, pero tal vez no hoy) estas palabras tienen otro impacto. Nos llaman a una experiencia más profunda de amor que hace y continuamente rehace el mundo, sirviéndolo, reparándolo, y guiándolo a un rendimiento aun mejor a pesar de sus defectos inherentes; he chequeado este texto por errores tipográficos, pero tal vez siga habiendo. Unos errores tipográficos no invalidan el significado.
El bagaje cultural de la Iglesia, en el occidente especialmente, les hace difícil a muchos ver que la bondad imperturbable y la gracia de Dios están reflejadas y activas en nuestro mundo psicológico y en nuestro mundo material – si la activamos reconociéndola y recibiéndola como el regalo gratuito e inesperado que es. No estamos hechos para ser condenados sino para llegar a ser enteros.
Yo no conozco nada más eficaz ni inmediatamente efectivo que la meditación para ayudarnos a darnos cuenta de esto.
La Lectura Diaria de John Main para el día de ayer explicó la mejor manera de enfocarnos en la meditación como un peregrinaje que influye en todo nuestro ser. El dijo que no nos decepcionemos por nuestro fracaso al intentar ser perfectos en la meditación, ya sea al decir el mantra continuamente o en la disciplina diaria. El aferrarnos a estas dos manijas de enseñanza nos ayuda a guiar nuestra senda a través de cualquier desierto y por encima de cualquier montaña.
Laurence Freeman OSB
Traducción de Mary Meyer