Cuaresma 2012. Martes de la 4ª Semana de Cuaresma
Hay días que son blancos y negros y días llenos de hermosos colores. El clima. Lo que podemos decir del clima es que está siempre ahí. Básicamente no hay nada que podamos hacer al respecto; solo tiene que ser aceptado. Oscar Wilde decía que todos en Inglaterra se quejan del clima pero nadie hace nada al respecto. Días grises, días quietos… también tsunamis y huracanes.
El clima meteorológico afecta nuestro estado de ánimo. Pero nuestros estados de ánimo, o estado mental, son en sí una forma de clima. A veces por ninguna razón obvia nuestro estado de ánimo puede cambiar de soleado a gris, de atardecer tranquilo a furiosa tormenta.
Algunas personas en realidad prefieren nublado, un tipo de clima subestimado y encuentran que el continuo sol californiano se vuelve tedioso después de un tiempo. Les gusta el cambio de estaciones. Otros se mudan de casa con sus familias para tener la mayor cantidad de horas de sol posible. Otras personas prefieren películas de acción épicas llenas de color, otros prefieren cine negro.
Hay sin embargo una verdad innegable que, cualquiera sea nuestro temperamento personal, la luz del sol trae color al mundo así como un día gris no lo hace. La luz blanca más pura es en sí misma una concentración del espectro de color, algunas bandas están más allá de la capacidad de nuestra visión física pero todas componen lo que llamamos luz.
No podemos ni siquiera ver o disfrutar del acogedor día gris que pasamos en casa frente a la chimenea encendida si no fuera por la luz.
“Yo soy la Luz del Mundo”.
Meditamos porque hemos visto lo suficiente, cualquiera sea nuestro temperamento o el lugar del camino al cual hemos llegado, saber que esta conciencia esencial de pura luz está dentro de nosotros. Está también más allá y detrás de todos los tipos de clima. Es la destilación y expresión del único “YO” que puede ser auténticamente nombrado.
Laurence Freeman, OSB
Traducido por Mónica Thompson