Cuaresma 2012. Viernes de la 4ª Semana de Cuaresma

El cuerpo no miente y tampoco olvida. Es difícil decir lo que la mente realmente piensa, ya que funciona en varios niveles, que apenas se comunican entre sí. Y la mente, como vemos en aquellas personas que se van alejando de nosotros por la demencia, puede volverse fácil y rápidamente sin sentido.

Entonces, ¿por qué suponemos que la mente puede llevarnos más lejos hacia la verdad que el cuerpo? Sólo por la ilusión de que la verdad es abstracta, incorpórea. Belén y la Tentación del Desierto de Jesús, la Cruz y la Resurrección nos hacen desechar esa idea. En este momento todavía estamos en el desierto, rechazando las tentaciones de la mente hacia la abstracción y la ilusión (el poder, la fama, el control, las posesiones de las cuales el ego se enamora). Estamos aprendiendo a practicar la disciplina física para que podamos estar libres del apego de los deseos secundarios que son sustituidos por nuestro deseo más profundo.

De este modo aprendemos a encontrar y abrazar ese deseo verdadero que se consigue simplemente abrazándolo, nunca aferrándose a la imagen de su cumplimiento. Sólo enfrentándose a él en el vacío de nuestra imperfección y nuestro anhelo caemos en la pobreza de espíritu que trae el crecimiento  final. Sólo soltando el deseo podemos alcanzarlo.

Sin embargo, los viejos hábitos tardan en morir, así como a esta altura la Cuaresma nos ha enseñado tantas veces. Como los israelitas que se desalentaron en su travesía por el desierto, recordando sus días de esclavitud segura: Recordamos el pescado que comimos en Egipto que no costó nada, los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y el ajo. El problema es que es solo la memoria/el recuerdo, no el presente – que ellos y nosotros – habitamos, cuando nos volvemos incorpóreos y solamente pensamos en el mundo material.

Cuanto más estamos en el presente menos nos imaginamos, más vemos la realidad. Es por eso que en la meditación, así como en la Eucaristía, comemos y bebemos lo que es real. Y es por eso que tanto la postura del cuerpo como la atención de la mente son importantes a medida que aprendemos a meditar.

P. Lawrence Freeman, OSB

Traducido por Mónica Thompson

 

 

 

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