Miércoles de la primera semana de Cuaresma 2020
La meditación es una sabiduría universal. Está en el corazón de todas las grandes tradiciones religiosas y supone un reconocimiento desafiante de la verdadera naturaleza de la humanidad. Expresa una visión radical de nuestra simplicidad esencial. No se trata de una teoría - aunque las ideas y sistemas de filosofía abundan a su alrededor - . Pero la meditación no consiste en dominar una teoría compleja o profundizar en un conocimiento arcano. No está vinculada a ningún sistema de creencias en particular, pero podemos hablar válidamente de la meditación hindú, judía, cristiana o budista de una manera que afirma tanto su universalidad como sus diversas manifestaciones. Con algunas salvedades (por ejemplo, separándola del consumismo) también podemos hablar de la meditación secular.
Cuando la meditación es practicada bajo esta mirada inclusiva, desarrolla una comunidad de fe compuesta por personas de diferentes creencias. En un mundo que se fragmenta en divisiones que frecuentemente niegan incluso el derecho de la otra parte a existir, la meditación es una sabiduría perenne de valor supremo. Distinguir entre fe y creencia, que tan a menudo se confunden, ayuda a ver el punto común subyacente en el que nos encontramos con toda la humanidad.
El reto es, por un lado, no adormecer esta sabiduría para aumentar las ventas; por otro lado, no hacerla sonar ni esotérica ni especializada. El descubrimiento de que los niños pueden meditar, y que tienen un don no reconocido de silencio interior y quietud que sus mayores han olvidado, es una gran ventaja para cualquiera que quiera compartir ampliamente el don de la meditación. ¿Quién puede ignorar el silencio de un grupo de niños en profunda meditación como un signo viviente del espíritu que viene a enseñarnos? ¿Quién no puede dejar de ser afectado y conmovido por el asombro?
Una práctica contemplativa es algo que hacemos porque sí, por simple amor, no por recompensa. Cualquier beneficio es un subproducto, y no la razón de la práctica. Desde la infancia, entonces, se puede preparar y formar a los niños para una vida equilibrada y armoniosa en la que estarán capacitados para evitar los peligros del extremismo y la adicción. También es reconfortante para los que ya han perdido el rumbo y han caído en estilos de vida disfuncionales y a menudo autoabusivos. La contemplación nos reequilibra. Nos apoya en la vida del camino del medio, el «pequeño y angosto camino de las enseñanzas de Jesús», que nos lleva a la fuente de la vida...
Todas las tradiciones de sabiduría afirman el valor y la necesidad de vivir un camino intermedio. Sin embargo, evitar los extremos no es optar por una vida de banalidad, tal como cree una cultura como la nuestra, que se volvió adicta a los estimulantes y a la novedad. El camino intermedio entre los extremos se hace cada vez más aguzado, un fino filo de moderación. Eventualmente el borde desaparece por completo, del mismo modo que se dice que un «punto» en matemáticas tiene posición pero no magnitud. Lo diminuto, cuando cae sobre el borde de la navaja del camino medio, se convierte en lo enorme, de hecho en lo infinitamente expandido.
Laurence Freeman O.S.B.
Traducción: Elba Rodríguez (WCCM Colombia)