Sábado de la Primera Semana de Cuaresma 2020

Los contemplativos pueden no tener muchos dones de los que presumir, pero tienen que ser hábiles para tratar con el demonio de la acedia. Los demonios son fuerzas semi-autónomas en la psique que bloquean la gracia. La acedia es una muy fuerte porque puede ser alejada pero luego regresa en momentos inesperados. Sus síntomas son comunes: desánimo, inquietud, desesperanza, desistir del trabajo de desprenderse.  La acedia es sometida a prueba, es la tentación recurrente de todo peregrino. Según el relato de un evangelio sobre los cuarenta días de Jesús en el desierto, Él fue tentado por un poderoso trío de ilusiones que vio pasar. Pero el «diablo lo dejó para volver más tarde». Tal vez regresó en el jardín de Getsemaní.

Cuando estuvo allí en las primeras horas de la mañana de su último día, experimentó el miedo y el temblor de la muerte, el abismo de la soledad, incluso cuando sus amigos dormían profundamente cerca de él. «Mi corazón está listo para romperse con la pena». San Lucas, uno de los escritores más realistas del evangelio dice que en este punto de agotamiento, casi al borde de la desesperación, «un ángel del cielo apareció trayéndole fortaleza». Los ángeles no se quedan, pero cuando enfrentas tu dolor, ellos acuden a ti cuando los necesitas.

Nuestro corazón se rompe cuando nos sentimos separados. Una pérdida, un trágico malentendido, un demonio que no podemos expulsar, nos convence de que estamos separados y desamparados: separados de todos y de todo. Todo lo que parece conectarnos con los demás o con el mundo parece ser superficial y claramente un falso consuelo. 

Esta ruptura interior puede abrumar, o puede llevar a la compunción del corazón. La gracia de la compunción ocurre cuando mantenemos  abierto el corazón roto a pesar de la tentación de negar y resistir la gracia para proteger nuestro yo herido con la separación del ego. La compunción perfora la ilusión de estar separados, a la que parece más seguro aferrarse. Entonces, del corazón que permanece abierto a pesar de su dolor fluye la compasión.

Emergemos del miedo y la pesadilla de estar separados viendo que, en realidad, somos parte de todo. Por un tiempo, tal vez unas décadas, nos movemos entre estas dos versiones de la realidad hasta que los cuarenta días se completan.
 

Laurence Freeman O.S.B.

Traducción: Elba Rodríguez (WCCM Colombia)

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