Cuaresma 2012. Sábado de la 4ª Semana de Cuaresma.

Y así surgió entre la gente una discordia por su causa… Y se volvieron cada uno a su casa.

Cuando la gente viene a recibir la comunión en la misa, la manera como lo hacen a menudo ilustra, en unos pocos momentos reveladores, la naturaleza de la iglesia a la que pertenecen, así como expresan su carácter individual.

Las personas más jóvenes tienden a hacer contacto visual y a menudo sonríen, buscando hacer una conexión personal. Luego hay otros comulgantes por lo general mayores que se acercan como si tuvieran un arma en la espalda o como si Dios fuera a matarlos súbitamente por recibir la comunión, porque no están en su estado más puro de gracia como la Madre Teresa y San Francisco juntos. Luego están aquellos que se sienten muy en onda y  muy masculinos para mostrar reverencia y toman la hostia y se retiran apresuradamente. O aquellos que son más piadosos pueden acercarse de rodillas e insisten en que se le ponga la hostia en la lengua.

La diversidad de personas y sus aparentes razones para acercarse a comulgar puede hacernos cuestionar dónde se supone que está la unidad. Pero toda relación verdadera hace eso – polarizando la similitud y la diferencia, pero nunca dándose por vencida en el potencial para la unidad. Esta diversidad es un signo de cuán ampliamente divulgada es la invitación de Jesús: "venid a mí”.  A nadie se le rechaza, incluso si no entiende en un primer momento lo que está aceptando.

Cada vez que meditamos es básicamente porque creemos y reconocemos que - en el núcleo profundo de mi ser – está aquello en lo que creo y espero aunque no lo pueda ver, tocar o imaginar. Yo sé y no sé. Esto significa que a veces puedo sentirme ridículo. Puedo dejar de ver la razón detrás de las cosas o que ellas existen sólo para que me ayuden a estar más cerca de ese centro esquivo.

Del mismo modo, puedo llegar a la meditación en cualquier lugar a lo largo del espectro en un día cualquiera. Lo que importa no es el aspecto superficial, o incluso el nivel del sentimiento, sino el profundo nivel de unidad que ya existe y es la fuerza que atrae. 

Decimos el mantra, simplemente, para que podamos dejar atrás todo análisis consciente. Sólo cuando durante la búsqueda hemos respirado el aire puro del espíritu podemos vernos a nosotros mismos tal como somos.

Laurence Freeman, OSB

Traducido por Mónica Thompson

 

 

 

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