Martes de la tercer semana de Cuaresma 2020

Hay una falsa imagen de la cuaresma,  y generalmente de la ascesis espiritual (es decir, los ejercicios de penitencia para luchar contra los defectos y adquirir las virtudes), que asociamos con ser o aparentar ser solemnes hasta el punto de ser desdichados. Jesús lo aborda cuando dice que a la hora de practicar una disciplina de autocontrol, no lo publiques, ni desfigures tu rostro, ni te hagas el piadoso. Hay que esforzarse por estar relajado y alegre...

Hay una dinámica de culpa arraigada en nuestra psiquis. Y otro factor inquietante en el ego es el sentimiento mágico de que cada momento feliz utiliza un crédito limitado, al igual que en un plan de telefonía celular, que tiene que ser recargado haciendo algo duro o difícil.

Tú pagas por la felicidad. La felicidad es un producto, no nuestro estado natural. No tenemos el derecho a ser felices mientras el mundo esté azotado con un virus global,  o mientras haya millones de refugiados desplazados en Siria o tengamos a un amigo que esté sufriendo.

¿Qué es la felicidad? Para la gente religiosa sería la idea de un Dios que solo quiere que seamos felices en sus términos; mientras se le adore en una forma que él apruebe. Y este Dios que ofrece un concepto complejo de karma —obtienes aquello que mereces— se convierte en un pequeño dios que recompensa o castiga. La formación religiosa y las concepciones culturales de Dios a menudo refuerzan estas ideas, pero estas se forman inicialmente en la infancia al observar cómo somos tratados por los adultos. Buen chico, aquí tienes un regalo. Niño malo, ve a dormir a la cama.

La meditación tiene un sorprendente poder para romper cada conjunto de ideas que se refuerzan a sí mismas y cada conjunto compulsivo de pensamientos que giran alrededor de tu cabeza una y otra vez.  Y actúa directamente en todos nuestros pensamientos e imágenes acerca de Dios - los cuales no son sólo elementos intelectuales sino también fuertemente emocionales. Si crees que Dios te castigará por tus faltas, estás emocionalmente afectado en todo lo que haces y en todas tus relaciones. Entonces, a medida que las ideas de Dios cambian, también lo hacen nuestras opiniones fundamentales de la realidad y nuestras relaciones con otras personas. 

Las personas religiosas a menudo se sienten incómodas en la primera etapa de este proceso. Sienten que Dios está desapareciendo, que la meditación no es realmente una oración o que pueden terminar siendo considerados ateos. Un hombre me dijo una vez que meditaba fielmente pero no estaba convencido de que fuera realmente una forma de oración que la Iglesia o Dios aprobaran.  Por lo tanto, comenzaba cada meditación con una oración: "Querido Dios, voy a meditar ahora. Pero créeme, no soy realmente un budista". 

A medida que las viejas ideas de Dios se desvanecen, nada sólido viene inmediatamente a tomar su lugar. El tiempo y la fe, sin embargo, nos ayudan a darnos cuenta de que la nada es la pobreza de espíritu, que el vacío es el lugar de la plenitud y que la pérdida es la primera parte de un ciclo que nos lleva a un sorprendente nuevo tipo de conocimiento. Encontramos lo que hemos perdido, pero ha cambiado al perderse. A lo lejos, mientras estaba perdido, cambió o hemos cambiado. A veces tenemos que perder nuestras creencias sobre Dios, incluso dejar de creer y esperar.  Hasta que creemos de nuevo, de una nueva manera. La fe se profundiza en los túneles del tiempo. Y el tiempo es trascendido por la fe.

 

Laurence Freeman O.S,.B.

Traducción: Eduardo De la Fuente, WCCM Argentina

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