Sábado de la cuarta semana de Cuaresma 2020.
Un buen amigo puede consolarte y decirte una palabra reconfortante cuando te sientes desesperado, pero un verdadero amigo jamás te dará falsas esperanzas. Los políticos que quieren ser reelegidos, los padres que sólo quieren caer bien, los empleadores que no quieren enfrentar una confrontación pueden decidir engañar a aquellos que buscan en ellos liderazgo arrojándoles migajas de ilusión.
Es como arrojar algo que no quieres a un gato, al principio lo ve con excitación, pero luego de olerlo levanta la nariz y te mira con disgusto.
Simone Weil no tenía pelos en la lengua y por eso muchos encuentran sus percepciones demasiado concentradas. Una vez dijo, ‘toda consolación es decepción’. Creo que se refería a la falsa consolación y a la falsa esperanza, todo lo cual proviene del ‘padre de las mentiras’, no del fundamento del ser.
‘El virus es “fake news”; volveremos a la normalidad para la Pascua. Los negocios volverán a dispararse muy pronto.’
‘Por supuesto, la meditación no necesita disciplina. Hazla cuando tengas ganas.’
‘Fue todo responsabilidad de ellos, obviamente. Es su culpa.’
‘No necesitas sufrir. Vive como si nunca fueras a morir.’
De una manera u otra, desde legisladores, púlpitos o gurús de estilo de vida, nos tragamos mentiras todo el tiempo. Al rato, necesitamos mentiras más grandes. Cuando las falsas expectativas no se concretan, necesitamos otras aún más extravagantes para que podamos creerlas. Pero a medida que lo que se pone en juego es mayor, más grande se vuelve nuestra adicción y la negación de la realidad. No digo que debamos estar agradecidos por el virus o por el sufrimiento en general. Pero debemos reconocer que puede enseñarnos a ver la realidad más claramente y a cambiar patrones de auto decepción que permiten que otros nos engañen sin escrúpulos.
Los Padres del Desierto comprendían la acedia como uno de los mayores impedimentos para el desarrollo del conocimiento humano. Significa desánimo que conduce a la negatividad y al cinismo, el rechazo de todo lo que no nos da lo que queremos. Niega que tengamos que atravesar túneles antes de salir a la luz. Distorsiona nuestra percepción de la verdad y cuenta mentiras que queremos escuchar porque las hemos oído antes tantas veces. Sólo tienen la virtud de ser familiares, habiendo sido repetidas desde nuestros archivos internos quizás por décadas. La acedia no es nuestra culpa.
Si las personas sienten esto mientras están aisladas durante la gran cuarentena, no tienen que culparse a sí mismas. Es igual con el aburrimiento. No puedes evitar sentir aburrimiento. Pero podemos hacer algo respecto de estos estados de la mente que nos hacen infelices. Podemos reconocerlos y probar un remedio diferente de los que hemos usado hasta ahora. La quietud en lugar de la actividad. El silencio en lugar de subir el volumen. La simplicidad en lugar de buscar algo nuevo. El término colectivo para esta forma alternativa de vivir es contemplación. El camino contemplativo puede parecer estrecho si lo comparamos con lo que estábamos haciendo antes. Pero una vez que lo probamos descubrimos que ‘conduce a la vida’.
Laurence Freeman O.S.B.
Traducción: Carina Conte, WCCM Uruguay