Quinto domingo de Cuaresma 2020.
Tanto de nuestro entrenamiento en cuanto a cómo afrontar la vida tiene que ver con el logro, tan poco con la realización, tan poco con simplemente vivir. Fue de gran ayuda para mí aprender ayer que una abeja trabajadora en su atareada vida de abeja no produce más que una doceava parte de una cucharadita de miel.
Por supuesto que tiene muchas compañeras (hasta 60.000), así que juntas pueden producir lo suficiente para untar un trozo de pan. Pero mientras parecen disfrutar de su trabajo, presumiblemente tienen distintas maneras de medir el significado de la existencia y deben estar menos obsesionadas con la cantidad y la individualidad.
El Evangelio de hoy trata sobre la resurrección de Lázaro, un amigo que Jesús amaba, hermano de las hermanas Marta y María a quienes él también amaba. Cuando Jesús llegó a su hogar, cuatro días después de la muerte de su amigo, Marta, una abeja trabajadora, salió a recibirlo. Hizo lo mismo en el Evangelio de Lucas donde se distrae con sus muchas tareas y muestra los síntomas clásicos de estrés. Jesús le recuerda que necesita equilibrar su personalidad hiper- ejecutiva con las cualidades de su contemplativa hermana que está más enfocada en simplemente ser. En la extraordinaria y conmovedora historia humana de hoy, ambas hermanas parecen aliviadas porque su amigo ha venido a consolarlas en su dolor. Cuando las ve, ‘Jesús comenzó a llorar’ y la gente decía, ‘cómo lo amaba’.
Luego llamó a Lázaro de vuelta a esta vida. El hombre muerto emerge de la tumba aún envuelto en su atuendo funerario. Jesús dice ‘desátenlo para que pueda caminar’. Como ante otras experiencias que reconocemos como auténticas y sin embargo no podemos explicar, o descartamos como un cuento de hadas o quedamos mudos ante lo que se está diciendo, en un denso realismo simbólico, sobre la persona de Jesús.
Como en sus otras hazañas extraordinarias, Jesús no muestra ningún interés en usar su logro para impresionar o reclutar gente. No parece tener ningún significado cuantificable, nada que pudiéramos cobrar en un banco. Es lo que es. Cambia una vida y las vidas de las personas que comparten la vida de este individuo. Para Lázaro fue una prórroga porque iba a morir eventualmente. Así que no fue levantarse de entre los muertos como Jesús haría posteriormente. Para él, el ciclo de muerte-y-renacimiento — que es un patrón repetitivo en nuestras vidas cotidianas de abejas trabajadoras— se rompió y trascendió, dándonos así la esperanza de que no estamos condenados a repetir los fracasos-y-éxitos de la vida infinitamente.
¿Fue este gran acto un logro? La resurrección, ¿es un logro? Aunque la historia de Lázaro lo hizo famoso y condujo al arresto y ejecución de Jesús, no se describe como algo para agregar en defensa de Jesús. Fue un signo más que un logro, una revelación más que una prueba.
Esta es otra forma de medir la dulce miel de la vida, que no siempre es tan dulce. En nuestro enlentecimiento, cierre, aislamiento social y cuarentena, ¿podemos usar el tiempo para hacer un itinerario de vida en estos términos? Olvidar los logros por los que obtenemos crédito y los fracasos por los que se nos debita. Mirar en lugar de ello de qué manera los eventos, las relaciones, los resultados, dulces o amargos, revelan un significado e iluminan nuestra verdadera naturaleza.
Laurence Freeman O.S.B.
Traducción: Carina Conte, WCCM Uruguay