Sábado de la quinta semana de Cuaresma 2020

           En medio de una crisis, en la que nos sentimos inseguros acerca de cómo terminará - o incluso si terminará -, mientras escuchamos miríadas de opiniones y predicciones de personas que acaban de oír algo y quieren que te enteres y lo creas, ¿qué queda por hacer más que simplemente “hacer un paso a la vez”?

            Muy a menudo encontramos el coraje que no sabíamos que teníamos, sencillamente al hacer lo que hay que hacer con confianza y sin demora. El gran enemigo es siempre la postergación guiada por el miedo. “Obedecer sin tardanza” decía San Benito. Pero, en tiempos de crisis apenas sabemos a qué estamos obedeciendo. De todos modos, muy a menudo no saber qué vendrá después del siguiente paso, hace que las cosas salgan mejor de lo que pudiéramos haber esperado o imaginado.

            Una crisis llega de muchas maneras. Puede trepar sigilosamente hasta alcanzarte o golpearte de pronto y dejarte dando vueltas como un trompo en una ruta resbaladiza. Sin embargo, una crisis es mucho más que un desafío temporario o una preocupación pasajera. Sigue allí en la mañana siguiente, y la mañana después de esa, y se prolonga hacia adelante, tan lejos como puedas ver a futuro. Ninguna imaginación o deseo podrá revertir lo que ha pasado. Ser inevitable es su finalidad repulsiva.

            Y a pesar de todo, cada vez toma nuevas formas, aparecen nuevos miedos, nuevas preguntas sobre por qué, y sobre si alguna vez tendrá fin. Nos preguntamos “¿sobreviviré a esto?”. Si se trata de un trastorno pasajero, esa pregunta puede ayudar a tomar una perspectiva realista: “pues claro que antes o después me repondré” nos decimos a nosotros mismos. Pero en una crisis real no lo sabemos. Simplemente sabemos que hay una posibilidad real de que no sobrevivamos. Quizás esta sea la última. La esperanza depende de enfrentar esa posibilidad.

            En una verdadera crisis que se profundiza, te das cuenta cada vez más que las cosas nunca volverán a ser como eran antes, y aún no sabes si lo que te espera es un abismo o un mundo nuevo. El tiempo dirá qué tipo de crisis ha sido esta del coronavirus. Muchos sienten que la vida no volverá a ser la misma, que la recuperación será dura, y que todo puede cambiar para bien o para mal. Tampoco sabemos si recordaremos las lecciones que aprendimos durante la peor parte de esta crisis, o por cuánto tiempo las recordaremos.

            Todo eso tendrá lugar en el mediano o largo plazo. En este momento sólo estamos ante lo que hay que hacer a continuación, en el aislamiento, trabajando desde casa o dependiendo de que otros nos mantengan con vida o aprovisionados. ¿Enloqueceremos o, gentilmente y con valentía, bucearemos en el momento presente haciendo lo que hay que hacer a continuación, un paso a la vez, con atención plena? Debemos aferrarnos al equilibrio mental mientras aprendemos a soltar muchos de los hábitos mentales que nos desequilibraban en el pasado. Esto es lo que quiero decir cuando hablo de un camino contemplativo a través de la crisis. No se trata de volverse repentinamente religiosos o piadosos.

            Significa dejar ir la ansiedad y el miedo, y el dejar de estar “siempre espiando a la vuelta de la esquina”, haciendo predicciones a futuro de manera que podamos controlarlo. La meditación es el entrenamiento para lograr eso. Los frutos de la meditación son muchos y silenciosamente revolucionarios. Pero no hay que esperar experiencias dramáticas o revelaciones. Esperen a ver que sencillamente están haciendo lo que hay que hacer a continuación, con claridad y calma, a pesar de sentir ansiedad y miedo. Eso demuestra que se encuentran recorriendo un sendero espiritual, y que la vida tiene un propósito y una dirección. Por lo pronto, lo que hay que hacer a continuación es meditar dos veces por día.  

Laurence Freeman O.S.B.

Traducción: Gabriela Speranza, WCCM Argentina

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