Cuaresma 2012. Lunes de la 5ª Semana de Cuaresma.
La fiesta de la Anunciación, cuando la joven María, futura madre, descubre su destino. El imperceptible momento de la concepción recordado como el horizonte de vida se convierte en temerosamente visible.
No es de extrañar que los viejos pierdan su memoria de corto plazo pero recuerden claramente hechos de su juventud. Los jóvenes miran hacia delante pensando acerca de las decisiones que deben tomar y el potencial que están ansiosos por no perder. Los viejos aprenden a sincronizar las maneras en que las cosas en realidad llegan a ser, quizás nunca satisfaciendo todo su potencial, a medida que la experiencia llena más y más el lienzo de sus vidas.
Ella estaba “profundamente conmovida” por el mensaje del ángel y no podía entender el significado de lo que le estaba pasando. Ansiamos que algo suceda, que Dios se nos aparezca, que la realidad florezca en nuestras vidas de expectativa y frustración. Y cuando ocurre, apenas podemos reconocerlo y nos preguntamos qué significa eso en realidad. No hay respuestas finales y el deseo que tenemos de Dios, por el todo que necesitamos, nunca puede ser satisfecho. No podemos igualar el regalo. Es por eso que la humildad es sabiduría.
Lo único que podemos hacer es abandonar nuestro punto de vista y aprender a ver todo desde la perspectiva del que da. Pero entonces sentimos como si hubiéramos sido aniquilados. El ego empieza su campaña por sus derechos. Así que tratamos de dejar a Dios ser el verdadero centro mientras que al mismo tiempo mantenemos una vía de escape para nuestro propio egocentrismo. Lo absurdo de esto y de la frustración que acarrea, puede tomar un largo tiempo antes de llegar a ser evidente.
María luchó y cedió su perspectiva como cada padre amoroso, cada persona amorosa sabe que está llamada a hacer. Su fiat, hágase su voluntad, fue simultáneamente una derrota y una victoria, un colapso y un avance importante, una muerte y el inicio de una nueva vida, más allá del ciclo de muerte y renacimiento.
Nuestro mantra es nuestro fiat. Hágase su voluntad.
Laurence Freeman OSB
Traducido por Javier Cosp Fontclara