Miércoles de Semana Santa 2012
Un dolor de muelas es suficientemente malo. Mientras dura, el dolor extremo bloquea los otros estímulos del mundo, buenos o malos. Se convierte en el centro de nuestro campo de percepción. Nosotros podemos fastidiarnos por el hecho de que nuestras mentes estén absorbidas por algo tan accidental, y que ello nos hace centrarnos en nosotros mismos.
Nos podemos decir que ello no durará por siempre, pero entretanto pasamos por el mismo como si ese dolor fuera un animal exigente que espera toda nuestra atención.
No es solamente el caso de un dolor de muelas, desde luego. Un gran pesar por la pérdida de algún ser querido pesa en nuestra región cardíaca y nos atraviesa el plexo solar exactamente como un dolor físico. El cuerpo es un sacramento y un medio de expresión de nuestra percepción de todos los niveles de conciencia.
“Mientras comíamos El dijo “Yo les anuncio solemnemente que uno de ustedes me traicionará”.
La experiencia de la traición tal como lo vemos en matrimonios y amistades aporta de igual modo un terrible sufrimiento.
¿Cómo Jesús toma conocimiento de que será traicionado? No lo sabemos. Pero El lo toma con reserva. El no demoniza a Judas como algunos escritores de evangelios lo hacen aparecer. Los motivos del traidor permanecen ocultos y es muy difícil perdonar sin conocer por dentro por qué una persona en quien hemos depositado nuestro amor y confianza, los desecha.
Si nosotros pudiéramos ver el interior de la persona, como Jesús lo pudo hacer, nosotros preferiremos el silencio antes que la condena. Y entonces, el perdón antes que la recriminación entra en el dañado sistema de nuestras relaciones.
Laurence Freeman OSB
Traducido por Marta Geymayr