Jueves de la segunda semana de Cuaresma
Lectura del Evangelio: Dales una advertencia para que ellos no tengan que venir también a este lugar de tormento. Lucas 16:19-31. Sigue leyendo.
Otra señal de que el camino y el objetivo no están esencialmente separados es la experiencia de comunidad que surge cuando seguimos el camino en compañía de otros. Generalmente no escogemos a los acompañantes, como hacemos en otros aspectos de la vida, o cuando somos atraídos a ciertas personas porque nos llevamos bien con ellas y nos caemos bien. La gente con la que caminamos en el desierto se siente como si hubiesen sido escogidas para nosotros. Cuando una comunidad monástica decide admitir a un miembro nuevo, no es solo sobre las bases de que son buena compañía y tienen mucho que ofrecer. Es algo parecido a un matrimonio arreglado. Tiene que haber una compatibilidad personal y hay un sentido más profundo de destino que está en juego. La cercanía de los miembros de la comunidad, en el tiempo y a través de pruebas, crece en un sentido común de cada uno y de todos juntos, siendo llamados a seguir el mismo camino. Está enraizado en una respuesta muy personal y sin embargo se desarrolla en una meta y un propósito común.
Los Israelitas que deambulaban por el Desierto hacia la Tierra Prometida eran una tribu. La Comunidad no es tribal. Es un matrimonio de soledad y de centrarse en el otro dando nacimiento a algo parecido pero diferente a una familia. El Libro del Éxodo, de forma poco convincente afirma que 600,000 hombres (sin contar a sus otras mitades) escaparon de Egipto. Eran indisciplinados, veleidosos y quejumbrosos, culpando a su líder cada vez que encontraban dificultades. La comunidad, como todas las relaciones y todas las sociedades, puede descender a veces en esta clase de tribalismo por un número de razones humanas.
Sin embargo, el conflicto no es el problema. “Todas las cosas surgen por conflicto de opuestos, y la suma de las cosas (el todo) fluye como un arroyo,” dice un filósofo. Todo está fluyendo. La única constante es el cambio. Lo que importa es como se maneja el conflicto y algo en común surge para sobrevivir la tormenta y no perder a nadie por la borda si es posible. Esta voluntad común no es el resultado de una política sino un movimiento directo del Espíritu el cual se especializa en la unidad. Cuando esta actitud al crecimiento de la comunidad es compartida, llega en algunos momentos, un asomo, algunas veces aun en la tormenta, de la Tierra Prometida misma donde los opuestos se reconcilian.
En el Evangelio de hoy, el hombre rico y el mendigo se dice que están eternamente separados. Pero el que nos dice esto es aquel que reconcilia los opuestos y no quiere que nadie se pierda.
Traducción: WCCM México