Viernes de la segunda semana de Cuaresma
Evangelio: La piedra rechazada por los constructores se ha convertido en la piedra angular Mateo 21:33-46. Sigue leyendo.
“Sé un solitario. Eso te da tiempo para preguntarte, para buscar la verdad. Nunca pierdas una santa curiosidad”. En las palabras de Albert Einstein: esto hubiera resonado con las madres y padres del desierto y con todos los fundadores de los movimientos espirituales quienes estuvieron años en cuevas, y también para algunos hoy en día, pero no para todos, quienes se han apagado, aislado y callado durante mucho tiempo debido al Covid.
Cualquier persona creativa o innovadora necesita ser un solitario. Algunas veces esto se vuelve una aversión patológica a la sociedad y a la compañía, pero no significa eso en realidad. De preferencia, es una habilidad para estar con uno mismo sin temor a la soledad que se abre a tu alrededor, primero como un campo de fuerza, y después como una noosfera, una telaraña viva de un silencio amoroso y conectividad. La diferencia entre aislamiento exclusivo o inclusivo no necesita palabras o explicaciones. Es autoevidente al primer contacto con ello.
Tal vez sobre todo el temor a la soledad hace a la meditación problemática para tanta gente al principio y aun por mucho tiempo. No es apartar el tiempo. No es el sentimiento de fracasar al “poner la mente en blanco”. No es la sensación de que se puede utilizar el tiempo de forma más productiva. Pero con frecuencia, es solo inhabilidad inquieta para estar solos con nosotros mismos. ¿Cuántas carreras, matrimonios y comunidades se han convertido en formas de evitar o negar esto?
Ser solitario no es la mejor forma de decirlo. Sin embargo, puede resonar con el fenómeno de una sociedad narcisista, donde el contacto social es experimentado de forma excesiva en las redes sociales, que se llama “auto asociación”. “No te necesito; al menos no ahora. Te dejaré saber cuándo te necesito…” La soledad que Einstein conocía era diferente como sugiere su alegría, su pasión por comunicarse y creatividad. Estar solo te da tiempo. Te muestra que el tiempo está ahí, y que no tienes que sentir continuamente que lo estás desperdiciando o que nunca hay tiempo suficiente para hacer todas las cosas. Si recibes el tiempo que te da la soledad, podrás gustarlo y a usarlo para buscar la verdad. “Un Cristo amándose a sí mismo” es como Agustín describió el cuerpo místico que estamos formando.
Conforme miro lo que acabo de escribir, me pregunto si suena un poco fuera de época con la vida de demanda constante que mucha gente experimenta, quienes sufren las necesidades básicas de la vida. Pero no estoy hablando de opciones de estilo de vida. O si sugiere una vida contemplativa como fue concebida en la antigüedad, la opción de los ricos dueños de esclavos. En realidad, es lo opuesto de esto. Y siendo lo opuesto, clarifica el por qué la meditación es universal. La soledad necesaria para la contemplación no es esparcimiento, tener tiempo de sobra y gente teniendo que esperarte. Es una conciencia interior que circunstancias externas, sin importar cuán demandantes, no pueden destruir. Es la conciencia que viene no de la cantidad sino de la calidad del tiempo que atrae tu atención completa a la fuente y cimiento del ser.
Una vez que has empezado a despertar, esta conciencia se vuelve más fuerte y desarrolla la santa curiosidad acerca de adonde puede conducirnos. Nuestra vida entonces, sin importar que prefiramos que las condiciones sean diferentes o superarlas, se vuelve por sí misma una búsqueda de la verdad.
Traducción: WCCM México