Lunes de la quinta semana de Cuaresma

Evangelio: Jesús se inclinó y empezó a escribir en el suelo con el dedo. Jn 8, 1-11. 

Jesús, Buda y Sócrates han influido en la familia humana mucho más que cualquier otro maestro individual, sin embargo, ninguno de ellos dejó ningún escrito propio. Caminaron, comieron con la gente, hablaron y conversaron. Sigue leyendo.

Su transmisión directa fue oral; fueron  sus privilegiados primeros oyentes quienes malinterpretaron, recordaron, repitieron y finalmente anotaron lo que ellos dijeron. 

En una era de continuos mensajes escritos, correos electrónicos, tweets, informes y resúmenes, legislación excesiva (de 'legere', leer) y documentos oficiales, es difícil imaginar cómo la palabra hablada podría transformarse tanto en el tiempo y el espacio. Nuestra compulsión de escribir lo efímero, de no confiar en la palabra hablada y de controlar el futuro por medio de lo que escribimos, es agotadora. Al final, erosiona la simple confianza y la intuición y así convoca el espectro de la anarquía.

Me han dicho que si se dice en un tribunal de justicia que uno confió en su palabra al llegar a un acuerdo con su oponente, perderá el caso porque no tuvo la debida diligencia. Tuviste la culpa por confiar. Cuando regresé a Francia recientemente, venía armado con ocho documentos oficiales firmados, ninguno de los cuales me fue solicitado al pasar por inmigración. No creo que esto se deba a que yo pareciera digno de confianza, sino a que el funcionario no podía ni molestarse. Ya había visto y comprobado suficientes papeles ese día. La falta de confianza lleva al descuido. 

La confianza se da más profundamente a alguien a quien estás escuchando más que leyendo sus palabras escritas. Un hablante emplea inconscientemente más formas de comunicar fiabilidad que un escritor, como el tono de voz, el lenguaje corporal y el contacto visual. Se dice que muchos profetas y maestros no han sido en absoluto elocuentes, por lo que incluso ser un "mal orador" no es una barrera para despertar esta confianza. Los oradores profesionales y motivadores, por otro lado, pueden ser tan persuasivos hablando que instintivamente  no  confías en ellos. 

Claro que la escritura también puede crear un vínculo íntimo de confianza y, con el tiempo, con un número mucho mayor de lectores. Hablar también puede ser engañoso. Pero cuando el corazón es puro, un hablante transmite más, directa y profundamente. Cuando el mensaje no se trata de marketing o políticas, sino de verdades espirituales más profundas, algo único tiene lugar. Se desencadena una dimensión de comunión que no termina cuando el hablante termina o se muere. La palabra hablada ha encontrado un lugar en el corazón y la mente de los primeros oyentes. Continúa in-formándolos como crece una semilla, hasta el punto de que cuando hablan sobre lo que escucharon y finalmente lo escriben, algo de la transmisión original se comunica en las palabras escritas. Esta presencia de primera mano es el significado de las expresiones "Palabra de Dios" o "Sagrada Escritura". También se refleja parcialmente en la mejor literatura.

Tampoco la esencia de la comunicación original "se pierde con la traducción" porque el significado no es literal. Es el fruto que siempre está madurando. No crece a través de una lectura literal sino a través de la interpretación personal y el compartir con otros. De alguna manera rebota en la experiencia del lector-oyente y crea la resonancia de comprensión, la cual es fresca en cada momento. Uno siente algo así como "yo mismo escribí eso" o "¿cómo supo él que eso era lo que sentía?" 

La Palabra no se pronunció originalmente para informar, instruir o especular, sino para iniciar. 

Traducción: WCCM España

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