Viernes Santo

Evangelio: Después de que Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: "Todo está consumado" Jn 18: 1-19: 42.

Si el lenguaje sagrado del cristianismo es el cuerpo, ¿qué sucede cuando el cuerpo muere? Cualquiera que haya estado con un ser querido cuando el espíritu ha abandonado su cuerpo, conoce la repentina y espantosa sensación de ausencia y separación. Sigue leyendo.

Lo que hasta entonces era una lengua viva que expresaba a una persona viva, aunque tal vez escasamente, ahora está silenciosa y quieta. Pero no el silencio o la quietud de la meditación o de esos momentos de comunión en el amor cuando el lenguaje del cuerpo expresaba perfectamente la mente y los sentimientos.

El que ha muerto y ha comenzado un nuevo viaje tiene un nuevo lenguaje corporal y la separación se siente absoluta y definitiva. Tenemos recuerdos, reliquias, historias, sueños, tal vez restos de experiencias psíquicas. Son preciosos y significativos, pero intensifican la sensación de separación incluso cuando comenzamos a organizarlos y ordenarlos.

El destino impensable pero demasiado obvio de la vieja forma dejada atrás está fuera de nuestras manos, atendido por los funerales inmediatos o por profesionales. Todo lo que el cuerpo vivo irradiaba sobre la maravilla de un ser humano vivo se encuentra ahora en un implacable proceso de reducción a la materialidad. La belleza y la maravilla de esa piel que se estira, respira, sonroja, comunica, huele y toca, que envuelve elásticamente todo lo que llevamos dentro se ha ido para siempre. A medida que el lenguaje desaparece, alguien único se convierte en un cuerpo.

Todo lo que da sentido a la vida se ve socavado por la muerte. Si no podemos entender la muerte, la vida no tendrá sentido. Todo lo que la muerte hace pasar a los sobrevivientes se puede ver en la muerte y el entierro de Jesús. Los detalles son tan reales: la bajada de la cruz, la presencia de su madre y sus amados discípulos María y Juan, los rituales de sepultura y el ritual final de la unción que tuvo que retrasarse por motivos religiosos. Todo está en un vacío que no se puede evitar. Encontrar significado es todo lo que nos queda, pero ¿cómo? Incluso después de la Resurrección, la iglesia luchó por explicar el propósito de la Cruz. La respuesta más fácil aunque menos satisfactoria fue "expiación": Dios exigió un sacrificio humano para expiar el pecado de Adán. Es como pedirle a un contador que evalúe el valor de una vida.

El significado de su muerte radica en por qué fue rechazado. (Oficialmente, por blasfemia). Pero ¿qué sucede cuando rechazamos un regalo porque aceptarlo exige una transformación excesiva de como vemos el mundo y como vivimos en él? Por lo general, lo que rechazamos es el regalo de un amor más grande del que podemos manejar. La fuerza del rechazo y la pura libertad del regalo ofrecido se vuelven contra el dador. El amor rechazado engendra odio.

Jesús estaba dispuesto a ser rechazado ("se sometió a la muerte, muerte de cruz") porque su forma de morir mostraría la naturaleza completa del regalo que estaba ofreciendo. Se negó a creer en el rechazo y, por lo tanto, el obsequio se mantuvo en oferta. La Cruz, entonces, no es un signo de castigo divino sino de perdón infinito. Cuando rechazamos un regalo, el rechazo nos golpea horriblemente con vergüenza, negación y culpa. Pero ¿y si vemos que el dador no ha sido destruido y que no busca venganza?

El significado completo del don se hace visible en un nuevo cuerpo.

Traducción WCCM México

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