Sábado de la segunda semana de cuaresma 2022
Una verdad obvia que aplica por igual a los patrones personales y políticos del comportamiento: a menos que aprendamos de los errores del pasado, estamos condenados a repetirlos.
La cuaresma es una época de gracia que nos da una oportunidad mejorada de descubrir lo que esto significa. La gracia es la influencia Dios que se siente en la autonomía y la libertad que es esencial para nuestro ser. Existimos: en nuestros problemas diarios, alegrías, pesares, envejecimiento, errores y buena suerte, estados de humor, transitoriedad y fidelidad. Sin embargo, no existiríamos sin primero haber Sido. Nuestra existencia depende del regalo de Ser que es lo que comparte Dios, quien es la fuente del ser. La gracia es la influencia de sentir el Ser y trabajarlo a través de nuestra existencia. Cuando echamos a perder nuestra existencia, en fallas individuales o criminalidad geopolítica como en Ucrania, la gracia trabaja para restaurar una armonía entre la existencia y el ser, Martha y Maria. Lo raro es que, debido a la naturaleza divina de todos, la libertad humana se respeta incluso bajo influencia de la gracia. Nos ayudan, pero nunca nos obligan.
Otra cosa extraña es el paralelismo entre la escala social y global de la existencia humana y nuestras luchas y dudas personales. Lo que nos pasa cuando luchamos contra una adicción y repetimos patrones de comportamiento autodestructivos saca a la luz lo que sucede cuando intentamos destruir la libertad de un país soberano con violencia brutal e irracional.
En el centro de la enseñanza de Jesús y otras almas iluminadas universalmente está el saber más claro que el agua que la violencia es una profanación de la humanidad y un crimen en contra de la naturaleza sagrada de la creación. Desordena el cosmos. Las consecuencias de la violencia demuestran esta verdad a lo largo de la historia y las culturas. Hay circunstancias donde la violencia es trágicamente necesaria, como respuesta, para defendernos a nosotros mismo o al inocente. Pero incluso esta clase de violencia legítima en cierta medida nos deshonra. Debe ser controlada, tener metas definidas de modo consiente y acabar lo antes posible. De alguna manera, también necesita ser perdonada.
Para resolver esta pregunta moral se requiere una conciencia clara y profunda. Mantener un estado mental consciente incluso cuando nos estamos defendiendo con razones nos ayuda ver la conexión entre lo individual y lo social, entre la existencia y el Ser. Por ejemplo, una adicción autodestructiva como las drogas o el alcoholismo, trabajar de más o la banalización de uno mismo produce el mismo patrón de fracaso que cuando un país más fuerte invade y arrasa con otro. Los patrones de adicción del vodka o la violencia nos llevan al mismo fracaso y exigen la misma experiencia de aprender de nuestros errores.
El pensamiento, la reflexión y la conversación nos ayudan a entender. Sin embargo, la meditación nos desengancha directamente de la existencia diaria y del pensamiento y nos deja en el corazón del Ser. Allí, la verdad que necesitamos para aprender nos espera y la gracia nos ayuda a utilizar la libertad Divina para aceptarla.