9 de julio de 2012

Extracto de “Growing Point”, THE HEART OF CREATION, de John Main, (Nueva York, Continuum, 1998), pág. 105-107

Dios es el aliento de la vida. Dios es presencia y está presente en lo profundo de nuestro ser, en nuestros corazones. Si sólo perseveramos descubriremos que en el poder de su Espíritu, cada uno de nosotros es regenerado, renovado, recreado de manera que nos transformamos en una nueva creación.

 

“He derramado mi Espíritu”, dice el profeta Ezequiel. Y el Espíritu es la presencia del poder, es el poder del amor. La meditación nos enseña que esta es la sabiduría fundamental para construir la vida y la verdadera religión. Lo que descubrimos es que sólo podremos vivir nuestras vidas completamente si estamos siempre abiertos a la misteriosa presencia del Espíritu, y siempre abiertos a la presencia más profundamente. Esa es la peregrinación a la que ingresamos cada vez que nos sentamos a meditar. Abrimos nuestra mente, nuestro corazón, nuestra conciencia más permanentemente a la realidad última que es el aquí y el ahora.

¿Cuál es la base del misterio cristiano? Es seguramente que el más allá está en nuestro propio medio, esa absoluta realidad está aquí y ahora. Está establecido por Jesús y proclamado por sus propias palabras, “El Reino de Dios está en ustedes. Arrepiéntanse y crean en los evangelios”. Arrepentirse significa simplemente volver en dirección a Dios. No está en irnos lejos de nosotros mismos (para mantenernos aún atados a nuestro propio centro), sino más allá de nosotros. Esto significa no rechazarnos a nosotros mismos, sino encontrar nuestro maravilloso potencial a medida que nos introducimos en la completa armonía con Dios. Esta toma de conciencia sobre este potencial es la base positiva de la cristiandad y para el cristiano, la meta central no es uno mismo, ni el pecado. La realidad central es Dios y el amor, y en tanto estemos enfocados en ella, crecemos en el amor de Dios. El crecimiento consiste en ambos: la apertura hacia el amor que Dios nos tiene y la respuesta que damos devolviendo ese amor. (…)

Después de la meditación: “The Swan”, por Mary Oliver, THE PARIS REVIEW N° 124, Otoño 1992

El cisne

¿Tú también lo viste, deslizándose a la deriva, toda la noche sobre el negro río?

¿Lo viste en la mañana levantándose hacia el aire de plata, un manojo de blancos pimpollos,

Una  perfecta conmoción de seda y lino a medida que se mezclaba con la esclavitud de sus

alas; un banco de nieve, un banco de lirios, mordiendo el aire con su negro pico?

¿Lo oíste aletear y silbar un agudo y oscuro sonido, como la lluvia cayendo torrencialmente sobre los árboles, como una catarata emparejando los negros bordes de rocas salientes?

Y, ¿lo viste finalmente, justo debajo de las nubes, una cruz blanca difundiéndose a través del cielo, sus patas como negras hojas, sus alas como una extensión de luz del río?

Y, ¿lo sentiste, en tu corazón, cómo te refería a todo?

Y, ¿tú también finalmente descubriste para qué sirve la belleza?

Y, ¿has cambiado tu vida?

 

Carla Cooper - cmcooper@gvtc.com

Traducción por Isabel Arçapalo.