26 de agosto 2012
Del Padre John Main, “Smashing the Mirror, MOMENT OF CHRIST (New York: Continuum, 1998), pp. 50-51.
No creo que sea exagerado decir que el pecado original es la autoconciencia, la hiper consciencia del egoísmo, porque la autoconciencia hace surgir a la consciencia dividida. Esto es como tener un espejo entre Dios y nosotros. Cada momento que miramos el espejo nos vemos a nosotros mismos.
El propósito de la meditación es romper el espejo para que no veamos más el reflejo de las cosas porque las estamos viendo a ellas mismas y nos estamos viendo a nosotros al revés. La esencia de la meditación es tomar el Reino de Dios por asalto. El espejo debe romperse.
Y Jesús habla de superar la autoconciencia, el ser reflejado, cuando dice que nadie puede seguirlo a menos que abandone el ego.
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En realidad no se necesita demasiado conocimiento de vida para percibir que esta autoconciencia nos engaña al sentir el universo entero dando vueltas alrededor de nosotros; o concluyendo que esta autoconciencia es un estado horroroso en el que nos encontramos.
Tal vez sea esto lo que nos lleva a la mayoría de nosotros a la meditación. No queremos mirar en ese espejo y ver todo al revés por el resto de nuestras vidas. Queremos mirar con coraje en el infinito misterio de Dios.
Pero cuando comenzamos a sentir esa primera pérdida de autoconciencia y cuando comenzamos a entrar en el silencio profundo que es la meditación podemos sentirnos perturbados y asustados.
Este es el momento en el que necesitamos el apoyo de los hermanos. Es por eso que nuestras reuniones regulares se tornan tan importantes. Necesitamos darnos cuenta que la fe es un regalo, que nos ha sido dado en abundancia, como nos dice San Pablo, si tan solo nos abrimos a ella y continuamos martillando ese espejo hasta destruirlo completamente. Martillándolo suavemente con nuestro mantra.
No hay nada pasivo en la meditación. Es un estado de crecimiento y de profundizar nuestra apertura con la fuente del poder de toda la realidad y que podríamos describir en palabras tales como: Dios-es-amor.
La meta de nuestra vida y su invitación es nada menos que a lograr la completa unión, la completa resonancia con la fuente del poder. ¿Cuales son los frutos al abandonar la autoconciencia?... Gozo, paz, autocontrol, paciencia y fidelidad, todo aquello que San Pablo considera como frutos del Espíritu. Este es el estado en el que nos sentimos libres para ser nosotros mismos, libres para recibir el regalo de nuestra vida sin temor, en estado de gracia, de amor.
Después de la meditación: un extracto de “Heart-knowing and the jasmine scent of feeling near to God,” THE SOUL OF RUMI (New York: HarperCollins, 2001) p.324.
Ningún error
se puede llegar a cometer
cuando la consciencia está enamorada
y su amor está en Dios.
En esa luz no hay distracciones.
Traducido por Teresa Decker