30 de setiembre 2012

Extracto de MOMENT OF CHRIST de John Main OSB, capítulo “Muerte y resurrección”, (New York: Continuum, 1998), pág. 68-69.

Toda la tradición cristiana nos dice que si queremos llegar a ser sabios, debemos aprender la  lección de que no tenemos aquí una ciudad permanente. Debemos escuchar qué nos dice la sabiduría de los siglos pasados y presentes: para tener una vida centrada, debemos tener la muerte en vista.

 

Hablar de la muerte es difícil de comprender para la mayoría. Verdaderamente la principal fantasía para la mayoría opera en una visión completamente opuesta: no en cuanto a la sabiduría de nuestra propia mortalidad sino más bien a la fantasía pura de nuestra inmortalidad, que trasciende nuestra debilidad física…

La meditación es un camino poderoso porque es la manera de comprender nuestra propia mortalidad. Es la manera de llevar nuestra propia muerte hacia el centro mismo de nuestra existencia. Y esto es porque así trascendemos nuestra mortalidad. Es el camino más allá de nuestra muerte, hacia la resurrección, hacia una nueva y eterna vida, la vida que renace de nuestra unión con Dios.

La esencia del evangelio cristiano es que somos invitados a tener esta experiencia ahora mismo, hoy mismo. Todos nosotros estamos invitados a morir a nuestra presunción, a nuestro egoísmo, y a nuestras limitaciones. Nuestra invitación a morir es también aquella que nos hace renacer a la nueva vida, a la comunidad, a la comunión, hacia una vida completa sin miedo. Supongo que será difícil estimar qué es lo que la gente más teme, a la muerte o a la resurrección. Pero en meditación perdemos nuestro temor porque comprendemos que la muerte es la muerte al temor y la resurrección es el renacer a la nueva vida.

Cada vez que nos sentamos a meditar entramos en este eje de muerte y resurrección. Lo hacemos porque en nuestra meditación vamos más allá de nuestra vida y de todas las limitaciones de ella, hacia el misterio de Dios. Descubrimos cada uno, desde nuestra propia experiencia, que el misterio de Dios es el misterio del amor, del infinito amor, amor que arroja todos nuestros temores.

Después de la meditación: de San Agustín, Sermones, asentados en “THE ROOTS OF CHRISTIAN MYSTICISM” de Oliver Clement (Londres: New City, 1995), pág. 249.

El temor es un sufrimiento que nos oprime. En cambio, levanta la mirada hacia la inmensidad del amor.

 

Traducido por Isabel Arçapalo