23 de diciembre 2012
De un extracto del mensaje de Navidad del P. Laurence a todos los miembros del grupo semanal de meditación por internet, diciembre de 1997.
Como no tenemos certificado del nacimiento de Jesús, ¿cuál será la razón de celebrar su nacimiento a esta altura del año, como lo vienen haciendo todos los cristianos desde al menos el siglo IV? Casi seguro que ha estado ligado a la fiesta pagana del renacimiento del Sol.
El 21 de diciembre experimentamos el día más corto del año, un recuerdo vívido en el hemisferio norte de todas maneras, de la brevedad de la vida. Es el último aliento del antiguo sol. Pero el nacimiento precede a la muerte como siempre, porque la vida no es vencida por la muerte ni aún es negada por esta. La vida es la suma total de todos los ciclos de nacimiento y muerte a través de la cual como individuos y como parte del cosmos atravesamos hasta el fin de los tiempos.
Todo esto se hace muy presente para mí, ya que hace unos días cuando estaba visitando New Grange, al norte de Dublin, un túmulo construido hace cinco mil años, antes de que Abraham abandonara Ur, la ciudad caldea, hacia la tierra prometida. Tiene muchas bellezas y misterios. Tal vez el secreto de su significado es la pequeña abertura sobre la puerta que deja pasar los primeros rayos de luz del sol naciente el 21 de diciembre, para entrar en el interior de la cámara mortuoria. Estando oscuro el resto del año, en esta oportunidad se llena con la nueva luz durante diecisiete minutos. Mientras estuve de pie en la cámara (deseando que fuera 21 de diciembre) alguien apagó la tenue luz eléctrica y permanecimos en la más profunda oscuridad, según recuerdo. Fui sorprendido por la atmósfera, ni fría ni fantasmal, sino llena de una paz visceral y agradable. Quien la haya construido para sus muertos, sabía sobre la resurrección.
Como las fechas de la celebración de la Navidad y el aniversario del Padre John están muy cerca una de otra, estos son los pensamientos o los símbolos que vienen a mi mente. La luz de la Navidad es la primera luz de la Resurrección. Atrapa todo en su resplandor, los vivos y los muertos, gozo y aflicción, aquellos que están cerca y aquellos que están lejos. Cada vez que meditamos estamos unidos a esta luz, que ahora brilla no solo cíclicamente sino continuamente en lo profundo de nuestro centro.
Después de la meditación: Pseudo- Macario, quincuagécima homilía, 38, asentada en THE ROOTS OF CHRISTIAN MYSTICISM, por Olivier Clement (Londres: New City Press, 1995) pág. 268.
Como velas incontables encendidas pueden unirse en una misma llama, también los cuerpos de todos los miembros en Cristo, serán lo que Él es… nuestra naturaleza humana es tranformada en la totalidad de Dios; se convierte enteramente en fuego y luz.
Traducción de Isabel Arçapalo.