20 de enero 2013

Extraído del Boletín Internacional de la Comunidad Mundial para la Meditación Cristiana, del mes de enero de 1997, del artículo “Dearest Friends”, por Laurence Freeman, OSB.

Permitir que la rutina de la meditación diaria se inserte en la rutina de nuestras vidas, no sólo imaginariamente sino en la realidad, es un desafío para el mejor de nosotros los meditadores, y para lo mejor de nosotros. Es una introducción mundana para la ley cósmica del sacrificio.

Hay una historia india que nos cuenta cómo Vishnu iba todos los días a llevar miles de lotos a los pies de Shiva. Un día, luego de varios años de llevar esta ofrenda, descubrió que cuando los depositó había solo 999 ese día. (Semejantes cosas ocurren ocasionalmente).  Sin demora, se arrancó uno de sus ojos, bello, de forma similar al loto y completó su ofrenda  con él poniéndolo en lugar de aquel que faltaba.

Ofrendar es otra manera de comprender la propia renuncia, que es la dinámica en el corazón de la meditación y de todo amor. Nos ofrece una manera diferente de observar el sacrificio. No como una pérdida de algo precioso, o como algo que se nos arrebata mientras pataleamos y gritamos… sino más bien como una oportunidad preciosa para dejar entrar aún más dicha y satisfacción. El aceptar y el dar en dichos momentos es un regalo de alabanza, que recompone nuestro ser totalmente y nos unifica y simplifica en la química súbita del amor.

Este es el trabajo multidimensional de la meditación y es el por qué debemos ser tan simples al repetir nuestro mantra, para que estas dimensiones se armonicen y manifiesten  todas juntas. No es solamente un sacrificio de tiempo… el sacrificio incluye nuestros pensamientos y nuestra imaginación, las miles de conversaciones que podamos tener en todos los niveles de nuestra mente. Así como lo fue para Vishnu, para nosotros es una ofrenda de nuestra manera completa de ver y de conocer, en una temporal y parcial ceguera, que es un acto de fe en otra gran manera de ver y conocer.

El mantra introduce en la experiencia de la oración un espontáneo acto de alabanza que envuelve nuestro ser por completo. No solo hablándole a Dios… en su omnipotencia, su omnisciencia y su omnipresencia. Sino aceptando la invitación inherente en nuestra existencia para convertirnos en lo que Dios es: por gracia, por adopción, por amor. En esta cooperación de gracia natural, nuestro ser se hace completo. Cristo, el sanador, se encarga de unificar lo profundo y lo superficial, lo interior y lo exterior, en el regalo puro de la alabanza, que es nuestra y suya a medida que escuchamos el mantra.

Así como el P. John nos enseñó, nuestra meditación se transforma en la oración más pura, no por el trabajo de repetir el mantra frente a cada distracción, sino en la facilidad de escucharlo.

 

Para después de la meditación: “PAX”  de D. H. Lawrence, del libro SELECTED POEMS  (London: Penguin Poetry Library, 1986), pág. 241.

 

Todo lo que importa es ser uno con el Dios viviente

ser una criatura en la casa del Dios de Vida.

Como un gato dormido sobre la silla

en la paz, en paz

y  siendo uno con el señor de la casa, con la señora del hogar,

en casa, en la casa de los vivos,

durmiendo en el hogar, y bostezando delante del fuego.

Durmiendo en el hogar del mundo de los vivos,

bostezando en casa delante del fuego de la vida

sintiendo la presencia del Dios viviente

como un gran respaldo

una profunda calma en el corazón

una presencia

como el señor de la casa sentado a la mesa

en su grande y propia existencia,

en la casa de la vida.

 

Traducido por Isabel Arçapalo.