1er. Domingo de Cuaresma 2013
Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto por cuarenta días, y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los cuales, tuvo hambre.
Los cuarenta días de cuaresma reflejan el tiempo que pasó Jesús en el desierto, después de su bautismo y antes de salir al público con sus enseñanzas peligrosas. La triple tentación del ego – orgullo, sensualidad y poder, llegan a Él al final de su ayuno – cuando estaba con hambre.
Es cuando sentimos que lo merecemos que la ilusión se vuelve más tentadora.
Todo adicto conoce la sensación de que la siguiente dosis es algo que se merece – después de un día de arduo trabajo o de un periodo de autocontrol loable. La debilidad del cuerpo crea una defensa defectuosa y auto engañosa. No existe nada más engañoso que la mente corriendo por sus vías neurales tradicionales, cómoda al seguir haciendo lo mismo que venía haciendo, resistente a todo cambio.
La práctica de la meditación requiere de una construcción gradual de nuevas vías neurales – hábitos de la mente – que toman tiempo y raramente pueden ser logradas solo por uno mismo. Aun en la primera etapa del proceso del aprendizaje, la meditación nos enseña que somos esencialmente relacionales. La gran ilusión de que somos autónomos yace debajo de la mayoría de nuestras equivocaciones y malas decisiones. Meditar con otros es una sencilla y misteriosa aceptación de que somos inter-relacionales y que los demás no son tan solo objetos para ser observados desde una posición elevada sino personas con quienes compartimos la labor de volvernos humanos.
Jesús fue tentado por una divinidad falsa, pero prefirió la humanidad real. El descubrimiento de la meditación que practicamos en el interior ‘desierto’– el estado de simplicidad radical – es que al ser humanos también estamos siendo divinizados. Esta idea tan extraña se vuelve real en la experiencia de los frutos de la meditación en la vida diaria.
Podemos ver que podemos, de hecho, ser transformados y realizados más allá de cualquier límite por el que nos definimos.
Tentación significa el encontrarse con la fuerza persuasiva de la ilusión. Los maestros del desierto nos aseguran que este encuentro es necesario para nuestro crecimiento. La ilusión se vaporiza al ser expuesta.