Lunes de la 1ª semana de Cuaresma 2013

El Libro del Éxodo es tradicionalmente la compañía bíblica para la Cuaresma. El mismo nos cuenta la historia – o quizá el mito fundacional – de la huída de los israelitas de la opresión en Egipto. Los archivos históricos no llegan tan atrás en la historia literal, pero es una de las grandes narraciones de la humanidad. Una especie diferente de verdad.

En la mentalidad de los maestros espirituales de la tradición, la historia se convierte en una alegoría del viaje del alma desde el pequeño yo al verdadero yo. Nosotros somos nuestra propia prisión. Pero algo – ese es el misterio – algo nos impulsa hacia arriba y afuera de esta pequeñez del alma. Nos invita a una expansión de libertad y a la elevación de la persona completa (en comunidad y en retiro, no en aislamiento y soledad) hacia Dios.

El despertar espiritual comienza por lo tanto, con la pregunta universal del ser humano: ‘¿quién (realmente) soy?’ En las películas de Bourne – que son como las de un Kafka moderno – como una alegoría – un amable pero enigmático personaje ha olvidado quién es. Pero él sabe que es seguido por fuerzas hostiles que atacan lo que es más precioso para él.  Es acusado de crímenes de los cuales él no tiene memoria. Descubrir quién es él, es una cuestión de vida o muerte.

Cuando Moisés, ya anciano, tropieza con la zarza ardiente, su vida es transformada por lo sagrado. Le dicen que ése es el fuego que no se acaba y que tiene que despojarse del calzado (el viejo yo) porque ese suelo es sagrado. Pero luego esta experiencia de contemplación – una experiencia de iluminación si es que la hubo – proyecta a Moisés a la acción. Él tiene que liberar a su pueblo. A desgano y lleno de dudas interiores él accede a la oferta que ninguno de nosotros rechazaría mientras conserve la integridad. Pero él quiere saber el nombre de Dios y todo lo que consigue es “Yo soy el que soy”. El hecho de ser es suficiente.

Nuestro camino al auto conocimiento se va haciendo dentro de las misiones del día a día y las responsabilidades de la vida. Pero el terreno que caminamos cada día es sagrado. Esto es lo que nos enseña nuestra meditación diaria y sus frutos.

 

Tradujo Marta Geymayr

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