Miércoles de la 1ª semana de Cuaresma 2013

Los niños lo necesitan. Nosotros los estamos formando constantemente cuando cambian las circunstancias. Son una fuente de seguridad y confianza en la vida. Pero todos deseamos escapar y sentirnos libres – algo que hacemos de forma controlada en lo que llamamos vacaciones.

¿Dónde estaríamos sin los hábitos? A nivel mental nos dan estabilidad psicológica (aunque a veces al costo de sentirnos atrapados).

Psicológicamente repetimos los hábitos y patrones mentales hasta el cansancio. Realmente muy raras veces pensamos porque estamos solo repitiendo viejas rutinas de respuestas emocionales disfrazadas como pensamiento.

Nos identificamos a nosotros mismos – y a nuestro estilo de vida – por los hábitos, sean estos buenos o malos. Ellos hacen nuestro día a día aunque den una seguridad falsa porque son mecánicos y nos dejan sin poder acceder a las fuentes profundas de creatividad y espontaneidad. 

Admiramos y envidiamos a otras personas por su coraje cuando hacen algo no habitual. Hasta los buenos hábitos necesitan que se los haga conscientes. Olvidamos que somos tan capaces como cualquier persona de vivir el momento presente y, así, transformar los hábitos mecánicos en rituales que transformen la vida.

Los hábitos son considerados orgánicos, en lugar de ser patrones mecánicos deshumanizantes, simplemente por el nivel en el que podemos vivir contemplativamente – en el aquí y ahora. Para el P. John Main esto significa hacer constantemente el salto de fe, del “riesgo existente en todo amor”. Dejar ir, antes que estemos seguros de lo que sucederá.

Extrañamente, por lo tanto, es el buen hábito de la meditación por las mañanas y tardes, el que fortalece esta capacidad de vivir radicalmente (aunque integralmente, no en extremo). En la meditación bebemos directamente del puro pozo del ser, en el siempre presente ahora.

Traducido por Marta Geymayr

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