Martes de la 2ª semana de Cuaresma 2013

Una familia se sube al automóvil,  justo después del amanecer para hacer un viaje largo. Cuando llegan, al final del día, el niño sale del auto, mira al cielo y dice: ‘¡Wow, el sol vino con nosotros!’

Una etapa significativa en el desarrollo psicológico es lo que se llama el descubrimiento de la ‘permanencia del objeto’. Esto es, cuando nos damos cuenta que las cosas existen aunque no estemos presentes. Hasta entonces, nuestro egocentrismo es tan fuerte que estamos convencidos inocentemente que todo lo que existe lo hace porque está relacionado con nuestra propia existencia. Este largo, lento y doloroso proceso de separación se inicia a los seis meses y llega a una crisis en los siguientes doce meses. Comienza a disminuir a los veinticuatro meses conforme el ego desarrolla suficiente fuerza para manejar esta desgastante pero inescapable realidad.

Sin embargo, el instinto a aferrarnos y a controlar se mantiene con nosotros hasta avanzada la edad madura. Y entonces nuestras mentes y sentimientos parece que  son campos de batalla entre las fuerzas opositoras de seguridad (pertenencia) y peligro (separación). A veces no aprendemos: entonces morimos en una gran desesperación e infringimos mucho sufrimiento a la gente de la que nos estamos separando. Debemos dejarlos ir lo más pronto posible en nuestra relación a aquellos que amamos.

 

Esta es un área donde la psicología y la espiritualidad tienen mucho en común. La separación se vuelve desapego cuando se acepta voluntariamente. Y esto surge de darnos cuenta de que la realidad se ve mejor servida por el desapego y el dejar ir que por el aferramiento y la posesión.  El entender esto sólo intelectualmente no puede sobrevivir al poder de la emoción involucrada en el dejar ir.

La meditación es un aceptar profundo e integral de esta verdad. Tan pronto como iniciamos la práctica, nos va familiarizando día a día con el proceso de dejar ir. Iniciamos con dejar ir nuestros pensamientos. Terminamos dejándonos ir a nosotros mismos. La meditación está en el corazón de la madurez humana. Nos abre la puerta que  permite el acceso a la plenitud de vida.

Traducido por Enrique Lavin

 

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