Martes de la 3ª semana de Cuaresma 2013
"Yo no tengo nada, yo no deseo nada, yo no sé nada". Este refrán de los místicos medievales podría sonar muy negativo a nuestros oídos, con el pronombre personal sospechosamente acentuado. Mucho del YO en la declaración de no ser.
Por lo tanto, aquellos que saben, no hablan, y los que hablan, no saben. Esta es una antigua sabiduría que desafía. Pero no es tan práctica. Máximo el Confesor nos ha dicho que hay un lugar intermedio. La persona que sabe tiene una breve oportunidad de expresarse cuando la experiencia está todavía fresca. Pero cuando el aroma del pan recién horneado se ha ido, es mejor quedarse callado. Esto es relevante no solamente para los escritores espirituales, sino para todos nosotros que pertenecemos a una cultura en la que se habla antes de pensar y raramente se escucha con atención lo que los otros dicen.
Es muy difícil encontrar las palabras para describir la profunda experiencia del camino a través del desierto hasta la Tierra Prometida, a través de la vida hacia la Vida. Debemos estar contenidos y no saltar por sobre cada flaqueza o contradicción aparente. En el caso de un horizonte que se aleja, es difícil mantener la perspectiva, pero necesitamos seguir, siempre mirando y avanzando hacia adelante. De otra manera, estaríamos como cualquier comité que se forma por ciertas causas, empantanándonos en las disputas del ego. Sosteniendo el punto de vista de nuestros apegos que determina nuestra propia versión de la realidad. El egocentrismo nos hace perder la visión del gran cuadro, que estos vacíos (o por lo menos no tan consumistas) días de cuaresma nos ayudan a enfocar de nuevo.
Lo que está implícito en el triple refrán medieval es la silenciosa conclusión: nada soy. El yo es absorbido en la nada y ya no puede hablar ni pensar acerca de sí mismo o de sus temas favoritos. Esto suena como muy negativo fuera de la experiencia de la oración. En la pura oración de la meditación - la delgada, impoluta atmósfera de las elevadas montañas en donde la roca se encuentra con el aire - el borde de la nada se siente como el comienzo de la plena promesa del ser. La nada es comprendida, más allá de las palabras, como aquello que da plenitud a nuestros días más vacíos.
Traducido por Marta Geymayr