Jueves de la 3ª semana de Cuaresma 2013
Una amiga que está esperando un bebé, llegó un día radiante luego de su primera ecografía. Cuando estaba saliendo, vio un limón en la mesa de la cocina y lo tomó diciendo 'es de este tamaño ahora’.
Los grandes robles crecen naturalmente de pequeñas bellotas. Pero la idea de un bebé - con todos los cambios que han empezado en la vida de la familia, desde la concepción y toda la expansión de la vida que habrá de llegar - la idea del pequeño ser que se va desarrollando hasta ese momento es diferente.
El limón traído a la casa demuestra cuán grande una pequeña cosa puede ser. Pero aun más extraño es el resistente y decidido ser lleno de vida y crecimiento. Esta pequeña e inexplicable maravilla de cómo una vida humana emergente, aún del tamaño de un limón, hace silenciar a las mentes más divagantes.
San Pablo usa la imagen de un feto en desarrollo para describir su relación con la comunidad de los Gálatas, a la que tanto amaba y cuidaba con tanta intensidad. Esas iglesias locales tal vez no contaban con más de treinta o cuarenta seguidores. Él extendió la metáfora del vientre materno al proceso de crecimiento espiritual como portadores de la persona de Cristo. “Mis niños, estoy otra vez sufriendo dolores de parto por ustedes hasta que Cristo esté formado en ustedes”.
Como el limón, es un recuerdo notable de cuán real e incompleto es el proceso. Cuán extraño es asumirnos como 'cristianos' cuando apenas conocemos lo que significa. El momento presente es anunciado con cada movimiento de las agujas del reloj, cada movimiento de la cuenta regresiva. Pero el momento no puede ser atrapado. El tiempo no puede ser congelado excepto en la realidad virtual. En la vida real somos como flechas lanzadas a través del tiempo y del espacio.
Esto tal vez sea el motivo por el que necesitamos de las estaciones, para diferenciar el continuo paso del tiempo. Ellas nos recuerdan que debemos aprender a viajar conscientemente, aun cuando no sepamos de qué deberíamos estar conscientes.
La regla es: sólo estén conscientes. Y dejemos que los objetos de esa consciencia se presenten en secuencia, y observemos aquello que queda, por cuánto tiempo, y también aquello que pasa. Para esta consciencia creciente necesitamos la claridad y la calma mental que llega al focalizarnos con la disciplina de la Cuaresma y la meditación.
Traducido por Marta Geymayr.