21 de abril 2013
Un extracto de Laurence Freeman OSB, “Dearest Friends,” Christian Meditation Newsletter, Vol 35, 2, July 2011, pp. 4-5.
Los medios globales empapelan nuestra vida con los problemas del mundo en que supuestamente debemos ver un reflejo de nuestros problemas.
El peligro de esto es que nos insensibilizamos y nos volvemos menos capaces de mostrar atención, atención verdadera y cuidado con los demás. Nuestro corazón se endurece. O nos desconectamos de nuestros propios problemas y huimos de la realidad dentro de un mundo virtual.
Así que el primer paso para mostrar cuidado verdadero es sentarnos y enfrentarnos a nosotros mismos sin juicio ni comparación. Podemos sentir olas de vergüenza o tristeza, pena o enojo. Tenemos que aceptarlas pero sin caer en la tentación auto indulgente de la culpabilidad.
La quietud nos ayuda gradualmente a desapegarnos de los problemas. Nos salva de tener que empantanarnos como un búfalo de agua, en el lodo de nuestro propio egocentrismo.
Estar repasando obsesivamente nuestros problemas una y otra vez es muy desgastante y puede ser un signo de enfermedad mental. Si vemos que no somos capaces de desapegarnos de nuestros problemas, necesitamos buscar ayuda.
Aún así, solemos tener una medida de control. Podemos dejar ir nuestras preocupaciones y nuestras ansiedades como Jesús nos indica en su enseñanza sobre la oración. Estas ansiedades son múltiples, los pequeños tropiezos que pasan después de un buen sueño, las pérdidas que siguen terriblemente presentes cuando despertamos, los patrones más profundos de nuestro carácter que tienen raíces en nuestra memoria pre-consciente. La sabiduría y el perdón comienzan su trabajo en cuanto nos separamos un poco y dejamos de culpar al mundo o a nuestros padres o a nuestros enemigos y aceptamos que el problema somos nosotros.
Este primer paso, necesario para un camino espiritual maduro, puede tomar años. Sin embargo, una vez que lo tomamos, somos capaces de discernir los diferentes niveles de sufrimiento e insatisfacción a través de los cuales tenemos que transitar, hay algunos que podemos resolver nosotros mismos, otros para los que tenemos que solicitar ayuda y otros que simplemente tenemos que trascender.
La meditación afila y acelera este discernimiento. En todas las tradiciones la oración profunda, en silencio, sin conceptos, ocupa el corazón de la fe y abre la puerta a la unión con Dios. Los sufis hablan de ‘dhikr’ o la memoria o recuerdo de Dios a la que se llega a través de la repetición del nombre de Dios. En esta simplicidad, la oración contiene todas las formas de oración y nos ‘libera de la confusión o de la incomodidad’. El Qu’ran nos recuerda que ‘ningún objeto es digno de alabanza o adoración excepto Dios’ y por lo tanto no puede haber otro fin último de la existencia.
Viendo esto, entendemos también por qué no debemos ‘dar ningún valor a algo que hayamos perdido, pero nunca debemos perder el tiempo’. El mandamiento de Jesús - amar a Dios, al prójimo y a nosotros – y lo urgente de su tono al enseñarlo, se traduce también en la toma de consciencia con la que prestamos atención absoluta a Dios. Entonces podemos vender todo lo que tenemos al ser inundados por la alegría de encontrar el tesoro enterrado en nuestro corazón.
Aún así, los problemas de la vida fácilmente nos abruman. Nos pueden volver centrados en nosotros mismos, olvidadizos, insensibles, ignorantes y estúpidos. Olvidamos que Dios existe. Ignoramos las necesidades de nuestros vecinos. Perdemos nuestra capacidad de asombro. Vamos como sonámbulos hacia la tumba.
La ascesis – el trabajo espiritual - es la cura para el que se preocupa en demasía. Nos enseña a manejar nuestros problemas y vivir en libertad a pesar de ellos. Disuelve la dureza del corazón conforme nos volvemos más sensibles y receptivos, más abiertos a la belleza del mundo y a las necesidades de los otros, incluso las de los que con avidez toman las cosas antes de pedirlas.
La ascesis – como nuestra meditación dos veces al día – transforma la energía bloqueada en nuestro ego y los patrones negativos de pensamiento y comportamiento. Sabiamente aceptamos – en esta vida de preocupaciones – que no podemos tener todo lo que queremos. Y entonces vislumbramos la liberación al aceptar que el problema verdadero no está en no tener, sino en el acto mismo de querer tener.
Después de la Meditación: W.S. Merwin, “To the Unfinished,”
“A lo inacabado”-THE NATION, April 14, 2003.
Clara eminencia sin quien sería nada
oh gran provisión nunca vista y apenas reconocida
y aún deseada lejos sin siquiera pensarlo
tú en cuya inconmensurable presencia
la oscuridad misma se vuelve ella
y la luz recuerda sus colores y cada sonido viene haciendo eco
tu tono escondido he olvidado cuando
desperté dándome cuenta que ahí estabas
antes que las palabras me alcanzaran pero ese tiempo
bajo tu ala sigue conmigo
lo has llevado todo con caras que aparecen
casi como eran antes y con la primavera
que regresa a través de sus hojas pero diferente
me has traído una vez más a la vieja casa
después de todos estos años de recordar sin saber
que eras tú quién abrías el camino
ofreciéndome lo que tenía que escoger
eres tú quien viene trayéndome el único día por la mañana.
Traducido por Enrique Lavín.