21 de julio 2013
Un Extracto de John Main “Being Present Now,” DOOR TO SILENCE: An Anthology for Christian Meditation (London: Canterbury Press, 2008), pp. 82-83.
Si estamos verdaderamente atentos al mantra no podemos hacer imágenes de Dios. No podemos construir una idea o ícono de Dios. En el contexto de esta atención pura, fe pura, aprendemos que todas las imágenes, ideas, recuerdos y palabras se quedan cortas sobre la realidad a la que le estamos prestando atención.
Son irreales. Son una ilusión. Así, en la meditación, nos damos cuenta que Dios no es un recuerdo ausente o un sueño ausente. Dios es.
En la sencillez y fidelidad a la práctica Dios es conocido no como una entidad en la que pensamos o imaginamos o a la que hablamos o analizamos, sino en toda la realidad. Ir a encontrar a Dios en la atención pura es conocer a Dios y ser conocidos por Dios. Conocer es amar. Ser amados es ser conocidos. Ser amados por Dios es amar a Dios. Necesitamos deshacernos de todos los procesos intermedios. Todas las imágenes, pensamientos y lenguaje deben soltarse.
La simple práctica de decir el mantra nos enseña a prestar atención total a lo que es directamente. A prestar atención total al Uno, quien es personalmente. Para prepararnos aprendemos la disciplina de la concentración, la disciplina de la abnegación, a no estar pensando en nosotros. A no quedar atrapados en la red de nuestro auto-reflejo. No ser atrapados por las circunstancias externas. Sino vivir en las profundidades de nuestro ser, desde la profundidad del ser mismo.
La meditación es una disciplina de presencia. A través de la quietud de cuerpo y espíritu aprendemos a estar totalmente presentes a nosotros, a nuestra situación, a nuestro lugar. No es huir. Al estar arraigados en nuestro ser nos hacemos presentes a su fuente. Nos arraigamos en el ser mismo. A través de todas las circunstancias cambiantes de la vida, nada puede sacudirnos.
El proceso es gradual. Requiere paciencia. Y fidelidad. Y disciplina. Y humildad.
La humildad en la meditación consiste en hacer a un lado todos los cuestionamientos de auto importancia. Hacer a un lado la auto importancia significa tener la experiencia de ser pobres, desprendidos del ego, como vamos aprendiendo a ser. El estar presentes ante la Presencia. Aprendemos, no de nuestro propio ingenio, sino de la fuente de la sabiduría misma, el Espíritu de Dios.
Después de la meditación: Charlas con RAMANA MARASHI: On Realizing Abiding Peace and Happiness (Carlsbad, CA: Inner Directions, 2001), pp. 70-71.
La Verdad última es tan sencilla. No es más que estar en un estado inmaculado. Esto es todo lo que se necesita decir. Aún es maravilloso que para enseñar esta Verdad tan sencilla deban existir tantas religiones, credos, métodos y disputas entre ellas. ¡Ay, qué pena!… Porque la gente quiere algo tan elaborado, atractivo y misterioso, es que tantas religiones han llegado a existir y cada una es tan compleja, y cada credo en cada religión tiene sus propios adherentes y antagonistas.
Por ejemplo, un cristiano común no estará satisfecho a menos que alguien le diga que Dios está en algún lugar en los Cielos donde no puede ser alcanzado por nosotros sin ayuda… Si se le dice la simple verdad: “El Reino del Cielo está dentro de ti”… no se quedará satisfecho y buscará significados complejos y atrevidos en estas aseveraciones. Solamente mentes maduras pueden atrapar la simple Verdad en toda su desnudez.
Carla Cooper- cmcooper@gvtc.com
Traducción de Guillermo Lagos