10 de noviembre 2013
De John Main OSB, “The Silence of Love,” WORD MADE FLESH (Norwich: Canterbury, 2009), pp. 29-30.
El lenguaje es tan pobre que no puede explicar la totalidad del misterio. Por eso el silencio absoluto de la meditación es tan supremamente importante. No tratamos de pensar sobre Dios, hablar con Dios o imaginar a Dios. Nos mantenemos en ese impresionante silencio abiertos al silencio eterno de Dios. Descubrimos en la meditación, a través de la práctica y aprendiendo diariamente de la experiencia, que este es el ambiente natural para todos nosotros. Estamos creados para esto y nuestro ser florece y se expande en ese silencio eterno.
La palabra ‘silencio’, sin embargo, falsifica la experiencia y posiblemente desanima a algunos pues sugiere una experiencia negativa, el suprimir los sonidos o el lenguaje. La gente teme que el silencio de la meditación sea regresivo. Pero la experiencia y la tradición nos enseñan que el silencio de la oración no es el estado pre-lingüístico sino el post-lingüístico, en el que el lenguaje ha completado el trabajo de dirigirnos a través y más allá de si mismo hacia el dominio completo de la consciencia mental. Al silencio eterno no se le quita nada ni nos quita nada. Es el silencio de amor, de la incondicional e incualificada aceptación. [....]
Nos reconocemos amados y por tanto amamos. La meditación completa este ciclo de amor. Por nuestra apertura al Espíritu que habita en nuestro corazón y que en silencio ama a todos, iniciamos nuestra jornada de fe. Terminamos en fe porque siempre hay un nuevo inicio en la danza eterna de este estar-enamorados.
Después de la Meditación: “Altars,” Denise Levertov in THE STREAM & THE SAPPHIRE: Selected Poems on Religious Themes (New York: New Directions, 1997), pp.30.
1
Una vez más frente a tu altar, Señor silencioso
Con el sonido del agua corriente,
Y el canturrear de la paloma.
No cualquier templo es
Tu lugar de descanso.
Pero aquí, sin embargo, hoy,
Sobre el bullicio del río,
Bajo el soliloquio de la paloma,
Tu silencio hospitalario.
2
Otra vez frente a tu altar, Señor silencioso,
Tu presencia se manifiesta
Por intervenciones sin traza
Como aquellas canastas legendarias
Llenas de pan y vino, que
Aparecen en el umbral de quien
A punto de desesperar
Regresa a casa con las manos vacías
Después de un día de buscar trabajo.
Traducción: Enrique Lavín
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