1 de diciembre 2013
Estuve viajando por Sudamérica y Asia durante las pasadas semanas y pude observar los variados efectos de la crisis financiera global. En retrospectiva, es obvio que estamos como caminando dormidos en la crisis, dejando que la oscilación entre la codicia y el miedo que controla el mercado, no lleve a un peligroso estado de sueño.
La burbuja estalló. La realidad amanece. Y el despertar ha sido duro; y como siempre en los temas financieros, más duro para aquellos que tienen menos y son los más vulnerables. En nuestras vidas nosotros también solemos despertarnos bruscamente luego de una mala noche de sueño. ¿Hay alguna manera de quedarnos despiertos? ¿Podemos evitar los extremos que causan tanto sufrimiento y confusión? Generalmente cuando estamos en nuestro momento más exaltado e hiperactivo, es cuando nos encontramos en el más profundo sueño.
La meditación – a la mañana y a la noche – es el mejor antídoto conocido por la humanidad para mantenernos despiertos, con la mente clara ante las ilusiones que nos atraen y las fieras que nos controlan. Y nos mantiene a tono con la belleza y la frescura de la realidad, ya que cada día nos invita a estar más despiertos, más reales.
Nos damos cuenta que estamos despiertos porque mantenemos el mismo espíritu calmo de la atención ante todas las sensaciones y actividades que nos acontecen.
Una buena manera de practicar la lectio sería memorizar estas palabras de las Escrituras y permitirles aclarar nuestra mente en los momentos de estrés del día, mañana, mediodía o noche: “Permanece despierto, porque no sabes cuando llegará el dueño de casa, si lo hará de tarde, medianoche o en la mañana. Y lo que les digo a ustedes, lo digo para todos: permanezcan despiertos.” Marcos 13, 34.
Después de la meditación,
“Sed”, por Mary Oliver en THIRST (Boston, Beacon, 2006), pág. 69.
Otra mañana y me despierto con sed
por la bondad que no tengo. Camino
hacia la fuente y durante todo el camino Dios me
ha dado tan hermosas lecciones. Oh Señor,
nunca fui una estudiante destacada pero
cabizbaja y refunfuñando llevé mis libros a través
de las horas y las campanas; concédeme en tu
Misericordia, un poco más de tiempo. Por amor
a la naturaleza y por amor a ti, Señor, quisiera tener
una larga conversación contigo en mi corazón.
Quién sabe qué ocurrirá o dónde seré llevada,
sin embargo he dejado de lado tantas cosas importantes,
aguardando que me hagan empacar por nada, excepto
la oración que, con esta sed, estoy aprendiendo lentamente.
Traducción de Isabel Arçapalo
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