16 de diciembre 2013
Del P. John Main OSB “Carta 10, Diciembre 18 de 1979” LETTERS FROM THE HEART (Nueva Cork, Crossroad, 1988), págs. 119-120
Navidad es una fiesta que puede abrir los corazones de todos a la presencia de Cristo. Pone ante nosotros las grandes cualidades de la inocencia y de la esperanza que necesitamos para abrirnos a su luz, que nos llena con su confianza porque nos dice que lo pasado ha terminado.
El presente es la nueva creación, ha comenzado y nuestro punto de partida para encontrarlo en todas partes es encontrarlo realizándose en nuestro corazón.
Nuestro viaje es, entonces, uno, hacia nuestros corazones. Porque todos somos invitados a entrar en este templo y recibir esta experiencia de vida, tenemos que reconocer este tiempo como un tiempo para postergar todo lo que nos impide abrazar el misterio de nuestra propia creación y entrar en la plenitud de la vida que recibimos de regalo como puro acto eterno del padre de la creación.
La importancia de la enseñanza de la Encarnación es que el misterio de Dios en su eterna creatividad, no solamente viene a nosotros sino que realmente está unido a nosotros. Ya no necesitamos objetivar el misterio que ha habitado en nuestros corazones. Ahora sabemos que nuestro despertar a su realidad es una posibilidad inminente para cada uno de nosotros, porque el despertar es un encuentro encarnado. El gozo al cual deberíamos remitirnos en esta fiesta es que este despertar no es el resultado de nuestro propio poder. Ya no estamos solos, dependiendo de nuestros propios recursos inadecuados. No es nuestro propio poder de sabiduría el que nos conduce, sino su amor presente como la luz de la suprema realidad en nuestros corazones. La humildad del niño Jesús es nuestra guía y maestra. En su Luz tenemos Luz. En su Amor tenemos Amor. En su Verdad, nos hacemos confiables.
Es una fiesta llena de maravillas y llena de esperanza para todos, donde estemos y cómo seamos. Es un nuevo amanecer para toda la humanidad, que comienza con una luz tenue cuyo fortalecimiento constante hace que el brillo transforme el cielo y la tierra en un día perfecto.
Después de la meditación
De Juliana de Norwich, DAILY READINGS (Capítulos 83, 84, págs. 188-189) Arr. por Sheila Upjohn (Harrisburg, PA: Morehouse, 1992)
Entonces vi y entendí que nuestra fe es una luz en la oscuridad, y que esta luz es Dios, nuestro día infinito. Esta Luz es amor, y se nos brinda en la cantidad necesaria para nuestro bien, por la sabiduría de Dios. Como la luz no es tan brillante para que podamos ver las bendiciones de nuestro día, tampoco nos deja aislados…
Y así el amor nos mantiene en fe y en esperanza.
Y la esperanza nos conduce al amor.
Y, al final, todos seremos amados.
Traducción de Isabel Arçapalo
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