Tercer Domingo de Adviento
La palabra "Eucaristía" significa "acción de gracias". La lectura de hoy de Isaías nos dice que la tierra seca se regocijará y que el desierto florecerá. Todo eso suena muy bíblico y tal vez un poco desconectado de nuestros propios paisajes emocionales. Pero sólo hasta que reflexionemos que la manera de llegar al gozo es la entrega de mi propio ser. ¿De qué otra manera se podrían abrir nuestros corazones más allá de las fuerzas del egocentrismo, de la tristeza, y del descontento, sino con el descubrimiento que nosotros podemos dar nuestro ser a otros?
Tal vez nos convencimos a nosotros mismos que eso es imposible. Estoy demasiado encerrado en mi historia y en mi personalidad para hacerlo. O acaso lo traté de hacer alguna vez y salí herido, por lo que no lo volví a intentar. Si la Navidad tiene un significado, es a través de la seguridad que nos da la más alta autoridad, que el regalo de nuestro ser es ciertamente posible, y en realidad, necesario.
La Teología es importante - Dios se ha dado a sí mismo, tomó la forma humana limitada. Sin comprometer la integridad de su forma humana, la vida divina que irradiaba a través de Jesús iluminó la capacidad y el significado de la existencia de los hombres. También en términos humanos, Jesús se dio a sí mismo - en amor, verdad, integridad - al mundo. No solamente a su familia o amigos cercanos -así comenzó, como nosotros - pero creciendo en círculos expansivos de amor a la humanidad.
En la meditación experimentamos el efecto ondulante de este evento - dentro y fuera del tiempo - en las orillas de nuestra propia identidad. A través de esta experiencia es que la teología se vuelve real. Y empezamos a ver que van cayendo los muros del individualismo que nos confina. Ta vez algún día nosotros seremos totalmente libres y podremos dar nuestro ser tan totalmente como Dios se da a sí mismo y después llegaremos a entender lo dicho por los antiguos maestros - 'Dios se hizo humano para que los hombres puedan ser como Dios'
Laurence Freeman OSB
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