Cuarto Domingo de Adviento
Durante la mayor parte de nuestras vidas logramos evitar las zonas peligrosas de la vida - las grandes pérdidas, incluso las grandes alegrías - todo aquello que no puede ser medido o controlado, todo lo que describimos con la confortable palabra Dios.
La historia del nacimiento de Jesús sacude esa complacencia y necesidad de seguridad. Y lo hace, paradójicamente, porque nos hace mirar, pero sin temor, hacia la gran expansión del ser y al más lejano sentido de la vida. Dos veces el Ángel, en la versión de Lucas, dice que el reinado del temor para los hombres ha terminado - a María cuando ella se sintió turbada por su mensaje, antes de su grandioso "si", y a los pastores quienes fueron los primeros testigos, entre los marginados de la sociedad, de las nuevas 'noticias de gran gozo'
Esas buenas nuevas, los evangelios insisten, no son de interés individual o local. Tocan a la humanidad entera - 'todas las personas' en forma conjunta tienen que escuchar y comprender el significado del propio vaciamiento de Dios y el hecho de llenar un cuerpo limitado con el espacio inconmensurable. Es en nuestro individualismo en donde el miedo crece. Abriéndonos a la realidad del gran todo en el que realmente existimos, el temor se disuelve.
Uno de los Padres dijo que cuando los magos se postraron y rindieron tributo al Niño en el establo, el poder de los magos se esfumó. Aún en una sociedad tecnológica, el miedo y la magia a menudo gobiernan nuestras vidas. El temor es el resultado del aislamiento y de una falsa idea del universo. Y la magia surge de nuestro intento de controlar el mundo desde nuestro centro de comando individual. En el grandioso canto de gozo y maravilla de María - Mi alma glorifica a mi Señor, mi espíritu se regocija en Dios, mi salvador - vemos estas buenas nuevas llenas de gozo, frente a la ilusoria naturaleza del miedo y las falsas promesas de la magia. Los tronos de los poderosos son derribados y los oprimidos liberados con su dignidad restaurada. Las estructuras de poder del mundo, apuntaladas por el miedo, son descabezadas, y la verdadera naturaleza de la realidad es revelada. Esta es la realidad que no tiene fin - no como el espacio negro interestelar, sino como la inconmensurable seguridad del amor
Laurence Freeman OSB
Traducción de Marta Geymayr
Categorías: